Caos y Orden (2017 nº 10)

Si bien el término de orden sea ambiguo, las considerables perplejidades brotaron recientemente, en el momento en que la entendimiento de todo el mundo comenzó a desvincularlo de uniformidad y equilibrio. No reconocido ahora con lo fácil y persistente, sino más bien con «lo múltiple, temporal y complejo», el orden experimenta por doquier el embate de la indecisión, que ahora no se disminuye al criterio del espectador y contagia de raíz a lo visto. El determinismo afirma que exactamente las mismas causas generan exactamente los mismos efectos, siguiendo todo sistema la pauta de sus condiciones iniciales, y siendo de ahí que calculable o adivinable. Pero tropezamos a cada paso con sistemas «sensibles» a esas condiciones iniciales, que argumentan a microcambios con macrocambios, y muestran la necesidad como producto de aleatoriedades. Es indispensable estimar la modificación cualitativa, de manera sistemática alejada hasta la actualidad por la cuantitativa, y al comenzar a procurarlo chocamos con un determinismo bastante menos abstracto —no el de va a ser sino más bien el de fué—, relacionado al carácter irreversible de los procesos.