La ventana de los amantes

Desde la ventana de su cuarto, una muchacha mira el afuera como a una promesa, como a una ilusión. Por esa ventana, se escapa para hallarse con sus amigas, para tramar, entre todas y cada una, la trama de bailes y encuentros casuales, la trama que hará que el planeta que miran desde allí se vuelva real, palpable, a fin de que sea ese planeta el que entre por el cristal y vaya a procurarla.

Lady Caroline recibe, entre sus amigas, el nombre de “Disparidad” por su carácter intrépido, por la audacia con la que actúa, por el hecho de que no mide secuelas en el momento en que escoge llevar a cabo algo, pues jamás calla lo que piensa. No obstante, si bien inconsciente y también vehemente, en lady Caroline asimismo hay una muchacha que creció sin madre, que debe lidiar con las esperanzas desaforadas de un padre formal, y que mira, melancólicamente, por la ventana de su cuarto en pos de un planeta distinto al que conoce. Sus amigas, “Engaño” y “Timidez”, no ven con positivos puntos de vistas, entonces, el juego que comienza entre lady Caroline y William Shepard, un afamado vizconde, alguien a quien, sin comprender totalmente la llegada de la palabra, las muchachas tildan de libertino.

Pero lady Caroline desea dejar de ver desde el otro lado de un vidrio, desea la aventura que se le da allí afuera. Entonces, en el momento en que esa ventana se abra, en el momento en que los convierta en amantes, en la mitad de esa felicidad, el planeta va a volverse real, pero asimismo va a derrumbarse sobre ellos como una piedra que rompe los cristales en mil trozos. Ese estallido hará que, cada uno de ellos a su forma, deba buscar un espacio para los 2, una manera de reconstruir el planeta a fin de que logren habitarlo juntos.