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Lejos del condicionado simplismo primitivamente maniqueo y lineal hay hipercomplejas lecturas multidimensionales a escenarios local/regional/global tras el triunfo de Trump. Eminentemente el movimiento estructural del trumpismo que representa el canto de cisne del supremacismo/nacionalismo económico que se subsume en los desempleados WASP (blancos anglosajones protestantes). El trumpismo (con o sin Trump) padece de alienación demográfica y psicológica en el momento en que todavía los blancos no-latinos ostentan 62% de la población, en franco ocaso, en oposición al ascenso irreprimible de los latinos (el día de hoy 18%), a cuya cabeza están los mexicanos (80% de los latinos) —que va a ser el primordial segmento demográfico en una generación— y los asiáticos, que en su grupo trastocarán la composición racial estadounidense en 2050, según proyecciones demográficas. Hay una impactante similitud del trumpismo y el supremacismo racista/paria/apartheid del premier israelí Netanyahu: imágenes en espéculo de sus muros y su doble mexicanofobia/islamofobia. Con el “muro Trump” se acentúa la palestinización de los mexicanos, donde USA y también Israel van a ser asociados en el laboratorio de la transfrontera estadounidense y México, en la etapa articulo-TLCAN —sin contar el otro “muro Videgaray” entre Chiapas y Guatemala, por exigencia estadounidense. Netanyahu, quien apoyó el muro de Trump contra México, expresó que los mexicanos eran para los estadounidenses blancos lo que los palestinos son para los israelíes: una implosiva bomba demográfica. La grave crisis estadounidense y su fractura doméstica reflejan la caída del modelo financierista israelí-anglosajón, que aniquiló a la democracia y a la política, mientras que el planeta ha entrado a una ineludible activa tripolar geoestratégica: el G-3 estadounidense/Rusia/China.
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