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Un español acomodado se dedicaba a la navegación oceánica a candela.
Procedente del mundo Argel, ubicado en Próxima Centauri, a mucho más de 4 millones de km de la Tierra, llegó un enorme crucero estelar en misión de exploración. Un fallo instrumental en la aproximación les impide orbitar nuestro astro, como era su intención de entrada. Tras furiosas maniobras de urgencia consiguen normalizar la nave en el momento en que estaban a solo 2 mil metros sobre el océano.
Allí, aparte de la inmensidad del mar sobre el que se encontraban, advirtieron al yate que navegaba plácidamente.
Inesperadamente, se dieron a conocer seis cazas procedentes del portaviones estadounidense: New York, que navegaba a una distancia de doscientas millas y los había detectado con sus radares aéreos.
Ese imprevisto hecho desbarató lo que pretendía ser un acercamiento informativo y pacifico entre extraños. El intento de comunicación por la parte de la nave alienígena tuvo un efecto catastrófico. La señal espacial de alta vibración, emitida por los argelinos y engrandecida por la consistencia de la atmósfera terrestre, actuó como un arma electromagnética y afectó dificultosamente a los instrumentos de los cazas.
Considerándolo un ataque, los aviadores que no perdieron el control y cayeron dispararon sus misiles y, por al azar, uno, guiado por el calor de un reactor nuclear de la nave, penetró por una de aberturas que dejaban el escape de gases del navío interestelar, y también impactó contra las pértigas de cadmio que regulaban la fisión. Ello ocasionó una reacción nuclear incontrolada y el enorme propulsor secundario reventó.
Desconocedor de lo sucedido y también de manera inexplicable indemne, el terrícola dio comienzo su rutina día tras día en relación amaneció. Próximamente empezó a ver que nada era como había de ser y que ninguno de sus sistemas de posicionamiento y comunicación funcionaba. Como resulta lógico, ignoraba que, por un inverosímil azar, había sido teletransportado a un mundo llamado Izaro, el que orbita la estrella Alfa-3, en la nebulosa de Omega
Procedente del mundo Argel, ubicado en Próxima Centauri, a mucho más de 4 millones de km de la Tierra, llegó un enorme crucero estelar en misión de exploración. Un fallo instrumental en la aproximación les impide orbitar nuestro astro, como era su intención de entrada. Tras furiosas maniobras de urgencia consiguen normalizar la nave en el momento en que estaban a solo 2 mil metros sobre el océano.
Allí, aparte de la inmensidad del mar sobre el que se encontraban, advirtieron al yate que navegaba plácidamente.
Inesperadamente, se dieron a conocer seis cazas procedentes del portaviones estadounidense: New York, que navegaba a una distancia de doscientas millas y los había detectado con sus radares aéreos.
Ese imprevisto hecho desbarató lo que pretendía ser un acercamiento informativo y pacifico entre extraños. El intento de comunicación por la parte de la nave alienígena tuvo un efecto catastrófico. La señal espacial de alta vibración, emitida por los argelinos y engrandecida por la consistencia de la atmósfera terrestre, actuó como un arma electromagnética y afectó dificultosamente a los instrumentos de los cazas.
Considerándolo un ataque, los aviadores que no perdieron el control y cayeron dispararon sus misiles y, por al azar, uno, guiado por el calor de un reactor nuclear de la nave, penetró por una de aberturas que dejaban el escape de gases del navío interestelar, y también impactó contra las pértigas de cadmio que regulaban la fisión. Ello ocasionó una reacción nuclear incontrolada y el enorme propulsor secundario reventó.
Desconocedor de lo sucedido y también de manera inexplicable indemne, el terrícola dio comienzo su rutina día tras día en relación amaneció. Próximamente empezó a ver que nada era como había de ser y que ninguno de sus sistemas de posicionamiento y comunicación funcionaba. Como resulta lógico, ignoraba que, por un inverosímil azar, había sido teletransportado a un mundo llamado Izaro, el que orbita la estrella Alfa-3, en la nebulosa de Omega
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