La playa de los ahogados (Leo Caldas nº 2)

Una mañana, el cadáver de un marinero es arrastrado por la marea hasta la orilla de una playa gallega. Si no tuviera las manos atadas, Justo Castelo sería otro de los hijos del mar que halló su tumba entre las aguas mientras que faenaba. Sin presentes ni indicio de la embarcación del fallecido, el lacónico inspector Leo Caldas se sumerge en el ámbito marinero del pueblo, intentando de aclarar el delito entre hombres y mujeres que se resisten a revelar sus supones y que, en el momento en que se deciden a charlar, señalan en una dirección bastante inusual. Un tema nubloso para Caldas, que atraviesa días bien difíciles: el único hermano de su padre está dificultosamente enfermo y su colaboración radiofónica en Onda Vigo se está volviendo molesto. Tampoco posibilita las cosas el carácter impulsivo de Rafael Estévez, su ayudante aragonés, que no termina de amoldarse a la manera de ser del inspector.