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Desde hace tiempo el pueblo católico ha contemplado a Jesucristo en la Cruz, intentando encontrar medrar en amor y arrepentimiento. Exactamente el mismo Jesucristo animó a Tomás a meter los dedos en sus llagas, y opinar.
Este consejo, seguido por varios beatos, no en todos los casos ha resultado simple. Por ese fundamento, el creador proporciona en este libro una fácil senda para resguardarse en esas lesiones. Después, cada individuo hallará su modo propio de medrar en amor a Dios.
En la Misa presenciamos el instante culminante de esa contemplación. A ella está dedicado el último capítulo del libro ya que, como escribió Juan Pablo II, "este sacrificio es tan definitivo para la salvación del género humano, que Jesucristo lo hizo y volvió al Padre solo tras habernos dejado el medio para formar parte de él, tal y como si hubiésemos estado presentes" ( Ecclesia de Eucharistia, n. 11).
Este consejo, seguido por varios beatos, no en todos los casos ha resultado simple. Por ese fundamento, el creador proporciona en este libro una fácil senda para resguardarse en esas lesiones. Después, cada individuo hallará su modo propio de medrar en amor a Dios.
En la Misa presenciamos el instante culminante de esa contemplación. A ella está dedicado el último capítulo del libro ya que, como escribió Juan Pablo II, "este sacrificio es tan definitivo para la salvación del género humano, que Jesucristo lo hizo y volvió al Padre solo tras habernos dejado el medio para formar parte de él, tal y como si hubiésemos estado presentes" ( Ecclesia de Eucharistia, n. 11).
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