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En Melancolía y suicidios literarios Toni Montesinos rastrea los caminos que durante la historia comunican la reflexión sobre el suicidio con las resoluciones finales de esos escritores, pensadores y artistas que llevaron aquella iniciativa a término. Alén del estereotipo sociológico o psicológico, este libro aborda desde el campo de la literatura el estudio de la pareja «suicidio-melancolía», que tras un largo noviazgo de siglos, consigue una presencia verdaderamente exorbitante en el siglo XX, en el que proliferó de forma aplastante, esconde tras tecnicismos y sepultada bajo la sombra de la incomprensión.
Su temperamento melancólico hace al suicida víctima de la bilis negra, lo que, como entendemos desde Aristóteles, no le transforma siempre en un enfermo, pero sí le condena a una alguna propensión a la patología que los modernos conocemos como depresión. Por culpa de la bilis negra, entre los 4 humores tradicionales, el suicida no acepta la sobriedad fría de la vida, y la melancolía le transforma en un ser inusual que, según Platón, lo emparenta con héroes trágicos como Áyax o Heracles. Como hijo de Saturno, el melancólico-suicida está relacionado con el geómetra, el que domina «el arte de la medida», la ciencia del peso y del número, y al fin y al cabo, de la sabiduría y la escritura. Él tiene las llaves, el poder del artista, y preso del taedium vitae, escoge interrumpir el orden.
Hijos de Saturno fueron Antístenes, Diógenes de Sínope, Zenón de Citio, Empédocles, Epicuro o Séneca, en la Antigüedad. El Romanticismo y el joven Werther hicieron autodestructibles a Karoline von Günderode, Alfred de Musset, Sophie Risteau, Camilo Castelo Branco, Mariano José de Larra, Antero de Quental o lord Robert Castlereagh. Al final, el siglo veinte nos ha traído los suicidios de Ernest Hemingway, Virginia Woolf, Arthur Koestler, Cesare Pavese, Primo Levi, Stefan Zweig, Walter Benjamin o Alejandra Pizarnik.
Toni Montesinos Gilbert (Barcelona, 1972) es crítico literario del periódico La Razón y colaborador de la gaceta Clarín.
Es creador de las novelas Solos en los bares de la noche (2002) y Hildur (2009), y del libro misceláneo El enorme impaciente. Suicidio literario y filosófico (2005). Ha anunciado los libros de poesía: El atlas de la memoria (1998), Tarea de melancoholismo (2000), La localidad gris (2001), La desaparición oculta (2004), Sin (2010) y Períodico del poeta isleño (2013).
Ha recogido sus ensayos de poesía y narrativa, respectivamente, en Experiencia y memoria (2006) y Desarticulación (2009), los de cine en Que todo en la vida es cine (2013) y los de índole narrativo-de america en La pasión incontenible (2013). A estos se añade La resistencia del ideal. Ensayos literarios 1993-2013 (2014).
Además de esto, ha reunido sus poemas y crónicas neoyorquinas en Situaciones de la catástrofe (2010) y editado a Ángel Crespo, José Balza, Horacio Quiroga, Benito Pérez Galdós, Luis Rogelio Nogueras, Jaime Quezada y José Antonio Ramos Sucre.
Su temperamento melancólico hace al suicida víctima de la bilis negra, lo que, como entendemos desde Aristóteles, no le transforma siempre en un enfermo, pero sí le condena a una alguna propensión a la patología que los modernos conocemos como depresión. Por culpa de la bilis negra, entre los 4 humores tradicionales, el suicida no acepta la sobriedad fría de la vida, y la melancolía le transforma en un ser inusual que, según Platón, lo emparenta con héroes trágicos como Áyax o Heracles. Como hijo de Saturno, el melancólico-suicida está relacionado con el geómetra, el que domina «el arte de la medida», la ciencia del peso y del número, y al fin y al cabo, de la sabiduría y la escritura. Él tiene las llaves, el poder del artista, y preso del taedium vitae, escoge interrumpir el orden.
Hijos de Saturno fueron Antístenes, Diógenes de Sínope, Zenón de Citio, Empédocles, Epicuro o Séneca, en la Antigüedad. El Romanticismo y el joven Werther hicieron autodestructibles a Karoline von Günderode, Alfred de Musset, Sophie Risteau, Camilo Castelo Branco, Mariano José de Larra, Antero de Quental o lord Robert Castlereagh. Al final, el siglo veinte nos ha traído los suicidios de Ernest Hemingway, Virginia Woolf, Arthur Koestler, Cesare Pavese, Primo Levi, Stefan Zweig, Walter Benjamin o Alejandra Pizarnik.
Toni Montesinos Gilbert (Barcelona, 1972) es crítico literario del periódico La Razón y colaborador de la gaceta Clarín.
Es creador de las novelas Solos en los bares de la noche (2002) y Hildur (2009), y del libro misceláneo El enorme impaciente. Suicidio literario y filosófico (2005). Ha anunciado los libros de poesía: El atlas de la memoria (1998), Tarea de melancoholismo (2000), La localidad gris (2001), La desaparición oculta (2004), Sin (2010) y Períodico del poeta isleño (2013).
Ha recogido sus ensayos de poesía y narrativa, respectivamente, en Experiencia y memoria (2006) y Desarticulación (2009), los de cine en Que todo en la vida es cine (2013) y los de índole narrativo-de america en La pasión incontenible (2013). A estos se añade La resistencia del ideal. Ensayos literarios 1993-2013 (2014).
Además de esto, ha reunido sus poemas y crónicas neoyorquinas en Situaciones de la catástrofe (2010) y editado a Ángel Crespo, José Balza, Horacio Quiroga, Benito Pérez Galdós, Luis Rogelio Nogueras, Jaime Quezada y José Antonio Ramos Sucre.
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