La Meha-La

En 1959 Fabián Gálvez, general del ejército español, asiste en misión particular para trasmitir al general republicano José Asensio Tostado, en su exilio de Novedosa York, el deseo de Franco de que retorne a España. Pese a las diferencias ideológicas entre los 2 militares hay un nexo en común: los dos estuvieron treinta años antes –en 1933 –juntos en la colonia sahariana de Cabo Juby, en el momento en que Fabián, como teniente al cargo de una Mehal-la de soldados marroquíes, salió de Tetuán, capital del Protectorado español, para ocupar el enclave de Ifni. Aquella ocupación estuvo mal planeada por Azaña, y se saldó con un sonoro fracaso.
La Mehal-la, no obstante, no regresó al norte al finalizar la misión y quedó de guarnición en el desierto, distanciada de su ambiente, olvidada en un lote hostil y amenazador, cercada por originarios supersticiosos y también indómitos que les deseaban fuera del rincón, doblegada al arbitrio de una capacidad colonial que se encontraba empezando a barruntar en el horizonte la conflagración fratricida que la desangraría poco después.
En la colonia de Cabo Juby se resuelve asimismo la predominación francesa en la zona, en tanto que desde la oficina de aviación Aéropostale se conspira para despedir a los españoles de un territorio en el que les considera intrusos. Y sucede que España solamente si puede con valor suplir la acuciante falta de medios materiales, ya que toda la guarnición vive en la extrema dificultad.
Los meses pasan y la vida diaria en Cabo Juby se marcha tornando molesto pues los hombres del norte se sienten engañados, en tanto que no se aclara su retorno a casa y sus pagas tampoco llegan, además de esto el comandante supremo –el capitán César Canle –empieza a tratar a la Mehal-la con métodos despóticos al quererla transformar en una tropa montada a camello, algo para lo que los hombres de la Mehal-la no están preparados.
Él mismo se desliza hacia la tiranía impulsado por su divorcio y por los celos irracionales hacia una hermosa prostituta sahariana que proporciona sus favores asimismo a los soldados rifeños. En el final, a varios hombres de la Mehal-la solo les queda desertar si desean preservar la vida, pero el capitán Canle no está presto a dejarlo, precipitando con esto su trágico final.
Fabián, que ha partido con la compañía de camellos a tomar posesión de la región perdida de Smara, debe regresar precipitadamente al fuerte de Cabo Juby al recibir novedad de la matanza.