Historia (Letras Universales nº 274)

Heródoto fue un incansable viajero, situación que es esencial para su actitud como historiador. Si bien aprovechó en lo posible los escritos de sus predecesores en el género, la investigación, de la que charla al comienzo de su obra, es un trabajo personal, un acopio de datos "in situ". Sus estancias en los centros culturales y políticos de todo el mundo viejo fueron prolongadas, viajó por todos y cada uno de los países helenos y llegó hasta el Mar Negro, Chipre, Egipto, Citera, Tiro. El entender conseguido en sus viajes se refleja en la sección primera de su obra, al tiempo que en la segunda, donde cuenta la crónica de Grecia, es dependiente de informadores originarios y de su trato con los hombres mucho más distinguidos que fueron sus contemporáneos.
El valor máximo de la obra de Heródoto radica en sus contenidos. Por una parte, centró su exposición en lo mucho más glorioso de la narración de Grecia hasta sus tiempos, en la pelea heroica de un pequeño pueblo, el heleno, contra la capacidad monstruosa de Persia, y, por otro, organizó su obra de tal modo que enlaza exuberantemente en ella las atrayentes novedades sobre las prácticas y también instituciones de helenos y salvajes.