El nombre de Dios es Misericordia (Planeta Testimonio)

La Iglesia no está en el planeta para condenar, sino más bien para aceptar el acercamiento con ese amor visceral que es la clemencia de Dios. A fin de que eso ocurra, es requisito salir. Salir de las iglesias y de las parroquias, salir y también proceder a buscar a la gente allí donde habitan, donde padecen, donde aguardan. 

"La clemencia es el primer atributo de Dios. Es el nombre de Dios. No hay ocasiones de las que no tengamos la posibilidad salir, no nos encontramos condenados a hundirnos en arenas movedizas."

Con expresiones fáciles y directas, el papa Francisco se dirige a cada hombre y mujer del mundo entablando un diálogo íntimo y personal. En el centro, se encuentra el tema que mucho más le resulta interesante –la clemencia–, desde hace tiempo eje primordial de su testimonio y en este momento de su pontificado. En todos y cada página vibra el deseo de llegar a todas y cada una aquellas ánimas –dentro y fuera de la Iglesia– que procuran ofrecerle un sentido a la vida, un sendero de paz y de reconciliación, una cura a las lesiones físicas y espirituales. Primeramente está esa humanidad intranquiliza y débil que solicita ser acogida y no rechazada: los pobres y los marginados, los presos y las prosti­tutas, pero asimismo los desorientados y los que viven apartados de la fe, los gays y los divorciados.

En la charla con el vaticanista Andrea Tornielli, Francisco enseña –por medio de recuerdos de juventud y capítulos relacionados con su experiencia como pastor– las causas de un Año Beato increíble que ha esperado intensamente. Sin ignorar las cuestio­nes morales y teológicas, refuta que la Iglesia no puede cerrar la puerta a absolutamente nadie