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La huella del tiempo actúa lenta pero de modo implacable en varios inmuebles. Y esta huella es considerablemente más despiadado en el momento en que las edificaciones han carecido de un cuidado continuado.
Hasta el momento en que un día los dueños de las casas reciben la convocatoria de una Junta excepcional de para tratar la precisa puesta en marcha de proyectos en el edificio.
Se les ofrece enumerar las actuaciones a hacer para pedir los capitales oportunos y como resultado, aprobar la derrama pertinente.
Así, a los dueños se les comunica la palabra maldita. “Hay que realizar una DERRAMA”. Y quien más y quien menos, se expone exactamente la misma pregunta. ¿No podíamos haber eludido llegar a esta situación?
La solución es encargar la administración de la conservación del edificio a un Arquitecto Conservador.
Tener un Arquitecto siempre y en todo momento piensa virtudes para los dueños:
Virtud 1: El Arquitecto Conservador suprime las derramas por carecer de conservación.
Virtud 2: El Arquitecto Conservador disminuye los costos de conservación del edificio.
Virtud 3: El Arquitecto Conservador se paga con el presupuesto ordinario de la red social de dueños.
Virtud 4: El Arquitecto Conservador puede achicar la prima del seguro del inmueble.
Virtud 5: El Arquitecto Conservador provoca que la ITE y el IEE sean un mero trámite.
Virtud 6: El Arquitecto Conservador eludir reiterar exactamente las mismas proyectos pues subsana las causas de las lesiones edificantes y no solo sus efectos.
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