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El 24 de julio de 1936 salió de Barcelona un número impreciso de hombres y mujeres con la intención de apoderarse Zaragoza. Varios de los voluntarios habían combatido en las calles barcelonesas a lo largo de los días 19 y 20, venciendo a los militares que se habían rebelado contra el gobierno del Frente Habitual.
La columna se encontraba apuntada por Buenaventura Durruti, el incansable luchador anarquista, con lo que se la conoció inmediatamente como columna Durruti. Una unidad de milicianos que, adjuntado con el Quinto Regimiento comunista desarrollado por aquellas mismas datas en La capital española, se transformaría en la agrupación de estas especificaciones mucho más conocida de la guerra civil.
No obstante, las cosas no salieron como Durruti hubiese esperado. El progreso se frenó a unos 40 km de Zaragoza, y lo que de entrada había de ser una marcha triunfal se transformó en un fracaso militar por la resistencia de las entidades rebeldes.
Pero la guerra continuó. Mucho más columnas catalanas se unieron a la de Durruti para batallar en el frente aragonés, al unísono que se procuraba imponer la utopía libertaria colectivista en los pueblos ocupados. En ocasiones, con sangre. Un programa innovador que llamó la atención de varios extranjeros, que vinieron a Aragón con la intención de contar lo que sucedía o aun para sumarse a la columna.
Este libro trata de las contrariedades de esos ácratas que combatieron toda la guerra, fallecieron o debieron exilarse tras la derrota final. Lucharon en Aragón, en La capital de españa, en Cataluña... El gobierno de la república les forzó a militarizarse y transformarse en la 26 división del Ejército Habitual. En el momento en que eso sucedió, en el mes de mayo de 1937, hacía seis meses que habían matado a Durruti en La capital española.
Los que subsistieron contaron varias cosas, que sirven de base a este libro, donde por vez primera se aborda de manera completa y intensa la crónica de la columna Durruti y de su heredera la 26 división, de sus personajes principales y de sus experiencias.
La columna se encontraba apuntada por Buenaventura Durruti, el incansable luchador anarquista, con lo que se la conoció inmediatamente como columna Durruti. Una unidad de milicianos que, adjuntado con el Quinto Regimiento comunista desarrollado por aquellas mismas datas en La capital española, se transformaría en la agrupación de estas especificaciones mucho más conocida de la guerra civil.
No obstante, las cosas no salieron como Durruti hubiese esperado. El progreso se frenó a unos 40 km de Zaragoza, y lo que de entrada había de ser una marcha triunfal se transformó en un fracaso militar por la resistencia de las entidades rebeldes.
Pero la guerra continuó. Mucho más columnas catalanas se unieron a la de Durruti para batallar en el frente aragonés, al unísono que se procuraba imponer la utopía libertaria colectivista en los pueblos ocupados. En ocasiones, con sangre. Un programa innovador que llamó la atención de varios extranjeros, que vinieron a Aragón con la intención de contar lo que sucedía o aun para sumarse a la columna.
Este libro trata de las contrariedades de esos ácratas que combatieron toda la guerra, fallecieron o debieron exilarse tras la derrota final. Lucharon en Aragón, en La capital de españa, en Cataluña... El gobierno de la república les forzó a militarizarse y transformarse en la 26 división del Ejército Habitual. En el momento en que eso sucedió, en el mes de mayo de 1937, hacía seis meses que habían matado a Durruti en La capital española.
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