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Hola, amiga o amigo lector. Me marcho a aventurar a jugarme todas y cada una mis pertenencias en una apuesta contigo. De esta forma, solamente comenzar. ¿Listo/a? Ahí va…
O tienes pene o tienes vagina. De este modo me las gasto, lector/a. No fallo jamás.
Y eso me transporta a lo siguiente: te agradan los penes, las vaginas o los dos (en tal caso permíteme considerarte un individuo muy beneficiada).
Por consiguiente, no me equivocaré si afirmo que hay personas que se han cruzado en tu vida que, con solo tocarte o mirarte, fueron capaces de hallar una erección irrealizable de domesticar, lector, o te han humectado hasta remojar tu lencería tanto como tus pezones se publicaron hacia el horizonte, lectora.
Nos encontramos hechos de exactamente la misma pasta y eso supone 2 buenas novedades. La primera es que cualquier persona que comparta este mundo, si no posee un inconveniente médico, es susceptible de ser excitada. Y la otra es que todos tenemos la posibilidad de excitar sexualizando.
¿Pero qué es esto de sexualizar? No es mucho más que cualificar (hacer llegar los atributos positivos físicos y conductuales) adjuntado con hacer llegar los deseos o apetitos que nos desarrollan aquéllos. O dicho de otra forma, hacer llegar que pensamos y sentimos ganas de sexo inspirados en la persona que disponemos enfrente.
Lo tenemos la posibilidad de realizar con expresiones, con el cuerpo y, si puede ser, con los dos. ¡2 mejor que uno!
Al pasear por la calle nos cruzamos con personas diferentes que nos impulsan y agitan en mayor o menor nivel y, si atendemos a nuestros pensamientos, frecuentemente nos sorprenden con el jugoso interrogante de ¿de qué forma sería comer desaforadamente y ser devorado por la persona que tengo enfrente?
Los humanos tenemos la posibilidad de dignificar la magia de nuestra atracción sexual jugando a satisfacerla con exactamente el mismo respeto hacia nosotros y hacia el resto como lo contamos hacia la independencia.
Nuestra energía sexual nos envuelve y en ocasiones nos asfixia por no comprender canalizarla y, desde mi criterio, de todo se puede realizar arte. Por consiguiente, tenemos la posibilidad de ser artistas y efectuar piezas maestras desde el instante en que sabemos que alguien nos impulsa. Por el hecho de que es ahí donde comienza el comportamiento sexual. Bastante antes que en la alcoba. Bailar y ocasionar danza orgásmica es tan simple como bien difícil. Es dependiente de tu reconocimiento a ella, la danza orgásmica, y de tu comunicación.
Todos danzamos al son del sexo. Y absolutamente nadie desea que se concluya la canción. Poner caliente/a a alguien radica en sacarle a la pista de baile, ofrecer unos pasos y acordar con ella/él que vamos al mismo ritmo. Sin olvidar, nunca, que todos queremos desplazar el esqueleto. Si bien en ocasiones ciertos/as no logren terminar la canción por compromisos o pues no seamos el género de bailarín/a que anda intentando encontrar.
Mi experiencia enseñando a sexualizar es muy dilatada. Fui la primera persona en España que logró un taller sobre sexualización y cualificación allí por el 2009, enfocado desde una manera de instruir seducción propia llamada “Directo Examinador” y que chocaba frontalmente con la otra visión importada desde USA donde el hombre, para captar una mujer, debía probarle secuencialmente “valor” y “ preselección” en vez de apetito sexual y sensible (¡recuerdo que me afirmaban que no podía sexualizar pues eso era obsequiar y perder “valor”!), con una actitud de humildad pero asertiva y examinando ampliamente a la otra persona. Y sucede que aquella escuela del ”valor” consideraba a la mujer una esclava de sus genes, ligado del estatus popular del hombre. Aquello que yo enseñaba, ser franco sin “tener que aparentar algo que no eres hasta el momento en que lo seas”, supuso una revolución en lo que lleva por nombre “la industria de la seducción”.
En la actualidad soy sicólogo y hago talleres para mujeres y hombres. Entre otras muchas cosas, de sexualización y cualificación. Y puedo asegurar con rotundidad que este libro te va a asistir bastante, seas lector o lectora.
“El cariño desplaza el planeta, pero el sexo es su comburente.” Luis Tejedor, libro “Seductor Egoland”
O tienes pene o tienes vagina. De este modo me las gasto, lector/a. No fallo jamás.
Y eso me transporta a lo siguiente: te agradan los penes, las vaginas o los dos (en tal caso permíteme considerarte un individuo muy beneficiada).
Por consiguiente, no me equivocaré si afirmo que hay personas que se han cruzado en tu vida que, con solo tocarte o mirarte, fueron capaces de hallar una erección irrealizable de domesticar, lector, o te han humectado hasta remojar tu lencería tanto como tus pezones se publicaron hacia el horizonte, lectora.
Nos encontramos hechos de exactamente la misma pasta y eso supone 2 buenas novedades. La primera es que cualquier persona que comparta este mundo, si no posee un inconveniente médico, es susceptible de ser excitada. Y la otra es que todos tenemos la posibilidad de excitar sexualizando.
¿Pero qué es esto de sexualizar? No es mucho más que cualificar (hacer llegar los atributos positivos físicos y conductuales) adjuntado con hacer llegar los deseos o apetitos que nos desarrollan aquéllos. O dicho de otra forma, hacer llegar que pensamos y sentimos ganas de sexo inspirados en la persona que disponemos enfrente.
Lo tenemos la posibilidad de realizar con expresiones, con el cuerpo y, si puede ser, con los dos. ¡2 mejor que uno!
Al pasear por la calle nos cruzamos con personas diferentes que nos impulsan y agitan en mayor o menor nivel y, si atendemos a nuestros pensamientos, frecuentemente nos sorprenden con el jugoso interrogante de ¿de qué forma sería comer desaforadamente y ser devorado por la persona que tengo enfrente?
Los humanos tenemos la posibilidad de dignificar la magia de nuestra atracción sexual jugando a satisfacerla con exactamente el mismo respeto hacia nosotros y hacia el resto como lo contamos hacia la independencia.
Nuestra energía sexual nos envuelve y en ocasiones nos asfixia por no comprender canalizarla y, desde mi criterio, de todo se puede realizar arte. Por consiguiente, tenemos la posibilidad de ser artistas y efectuar piezas maestras desde el instante en que sabemos que alguien nos impulsa. Por el hecho de que es ahí donde comienza el comportamiento sexual. Bastante antes que en la alcoba. Bailar y ocasionar danza orgásmica es tan simple como bien difícil. Es dependiente de tu reconocimiento a ella, la danza orgásmica, y de tu comunicación.
Todos danzamos al son del sexo. Y absolutamente nadie desea que se concluya la canción. Poner caliente/a a alguien radica en sacarle a la pista de baile, ofrecer unos pasos y acordar con ella/él que vamos al mismo ritmo. Sin olvidar, nunca, que todos queremos desplazar el esqueleto. Si bien en ocasiones ciertos/as no logren terminar la canción por compromisos o pues no seamos el género de bailarín/a que anda intentando encontrar.
Mi experiencia enseñando a sexualizar es muy dilatada. Fui la primera persona en España que logró un taller sobre sexualización y cualificación allí por el 2009, enfocado desde una manera de instruir seducción propia llamada “Directo Examinador” y que chocaba frontalmente con la otra visión importada desde USA donde el hombre, para captar una mujer, debía probarle secuencialmente “valor” y “ preselección” en vez de apetito sexual y sensible (¡recuerdo que me afirmaban que no podía sexualizar pues eso era obsequiar y perder “valor”!), con una actitud de humildad pero asertiva y examinando ampliamente a la otra persona. Y sucede que aquella escuela del ”valor” consideraba a la mujer una esclava de sus genes, ligado del estatus popular del hombre. Aquello que yo enseñaba, ser franco sin “tener que aparentar algo que no eres hasta el momento en que lo seas”, supuso una revolución en lo que lleva por nombre “la industria de la seducción”.
En la actualidad soy sicólogo y hago talleres para mujeres y hombres. Entre otras muchas cosas, de sexualización y cualificación. Y puedo asegurar con rotundidad que este libro te va a asistir bastante, seas lector o lectora.
“El cariño desplaza el planeta, pero el sexo es su comburente.” Luis Tejedor, libro “Seductor Egoland”
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