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Bestseller #1 de TheNew York Times: La auténtica historia de un equipo de rugby que recurre a lo inimaginable en el momento en que su avión se estrella en los Andes.
Reinaba el buen ánimo en el momento en que el Fairchild F-227 despegó desde Mendoza, Argentina, rumbo a Santiago, Chile. Había 40 y cinco usuarios dentro, entre ellos un equipo de rugby principiante uruguayo y los amigos y familiares de los players. El cielo se encontraba despejado ese viernes 13 de octubre de 1972 y, a las 15:30 de la tarde, el conduzco del Fairchild anunció que estaban a 15.000 pies de altura. No obstante, un minuto después, la torre de control de Santiago perdió todo contacto con la aeronave. Chilenos, uruguayos y argentinos procuraron el avión a lo largo de ocho días pero había nevado con intensidad sobre los Andes y las opciones de hallar los restos eran pocas.
Diez semanas después, un campesino vio a 2 hombres con apariencia harapiento realizando señales, agobiados, desde el otro lado de un río. Les tiró un pedazo de papel y un boli envueltos en un pañuelo y los hombres enseguida le devolvieron una nota que leía: “Venimos de un avión que cayó en las montañas”.
Dieciséis usuarios subsistieron. Acamparon en el fuselaje del avión en la mitad de la naturaleza helada de los Andes, donde aguantaron temperaturas heladas, peligrosas lesiones, una avalancha, y apetito extrema. En el momento en que han comenzado a terminarse las pocas provisiones de alimento y, después de oír en la radio que habían logrado construir, que los equipos de salve habían cesado su búsqueda, las esperanzas de los usuarios se comenzaron a desvanecer. Con el objetivo de socorrer sus vidas, estos debieron no solo sostener la fe, sino asimismo debieron tomar una irrealizable resolución: comer o no la carne de sus amigos que habían fallecido.
Una historia de resiliencia, determinación, y el espíritu humano, ¡Viven! es un relato conmovedor de una historia de supervivencia desgarradora.
Reinaba el buen ánimo en el momento en que el Fairchild F-227 despegó desde Mendoza, Argentina, rumbo a Santiago, Chile. Había 40 y cinco usuarios dentro, entre ellos un equipo de rugby principiante uruguayo y los amigos y familiares de los players. El cielo se encontraba despejado ese viernes 13 de octubre de 1972 y, a las 15:30 de la tarde, el conduzco del Fairchild anunció que estaban a 15.000 pies de altura. No obstante, un minuto después, la torre de control de Santiago perdió todo contacto con la aeronave. Chilenos, uruguayos y argentinos procuraron el avión a lo largo de ocho días pero había nevado con intensidad sobre los Andes y las opciones de hallar los restos eran pocas.
Diez semanas después, un campesino vio a 2 hombres con apariencia harapiento realizando señales, agobiados, desde el otro lado de un río. Les tiró un pedazo de papel y un boli envueltos en un pañuelo y los hombres enseguida le devolvieron una nota que leía: “Venimos de un avión que cayó en las montañas”.
Dieciséis usuarios subsistieron. Acamparon en el fuselaje del avión en la mitad de la naturaleza helada de los Andes, donde aguantaron temperaturas heladas, peligrosas lesiones, una avalancha, y apetito extrema. En el momento en que han comenzado a terminarse las pocas provisiones de alimento y, después de oír en la radio que habían logrado construir, que los equipos de salve habían cesado su búsqueda, las esperanzas de los usuarios se comenzaron a desvanecer. Con el objetivo de socorrer sus vidas, estos debieron no solo sostener la fe, sino asimismo debieron tomar una irrealizable resolución: comer o no la carne de sus amigos que habían fallecido.
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