VIAJE DEL PARNASO: miguel de cervantes

El poema, que se dedica al joven cortesano don Rodrigo de Tapia y Alarcón, cuenta un viaje literario, por geografías reales y míticas, en el que Miguel de Cervantes, montado en una mula, inicia la misión de reclutar a los más destacados versistas españoles para librar una guerra contra los versistas mediocres. Para esto va a viajar de La capital de españa a Valencia, donde con asistencia de Mercurio, reúne un contingente de buenos versistas y se hacen a la mar en un barco alegórico, hecho de versos, con destino al Parnaso, donde librarán una guerra contra los poetastros que quieren tomarlo. En el viaje marítimo, partiendo de Cartagena, avistan Génova, Roma y Nápoles y alcanzan pasar el arriesgado ajustado de Mesina, entre Escila y Caribdis, deidades a quienes deben aplacar ofreciéndoles el sacrificio de Antonio de Lofraso, entre los versistas embarcados. Por último, no se llega a arrojar al asustado poeta sardo y, tras hallarse con un bajel de pésimos versistas, a quienes Apolo castiga usando la fuerza de Neptuno, que los hace zozobrar (si bien su furia es aplacada entonces por las artes amatorias de Venus), el ejército llega a la falda del monte Parnaso, toman las aguas de la fuente de Castalia y son recibidos por nuestro Apolo, dios de la poesía.

Tras un justo reposo, en el que sueñan con la doble cara de la poesía (la muy elegante y la vulgar), entablan combate con el ejército de poetastros usando los dos bandos munición consistente en libros y poemas. Vence la buena poesía y despiertan del viaje alegórico.