Veo una voz (Compactos nº 710)

Con su pasión y curiosidad comunes, Oliver Sacks se interna en el insondable silencio de los suecos profundos, de esos que han nacido sin entre los sentidos básicos para el saber, para la articulación del lenguaje y, por lo tanto, del pensamiento. Pero este viaje al país del silencio, como todos y cada uno de los que inicia Sacks, va a ser una día llena de descubrimientos. Y el lector va a conocer de esta manera la narración de los suecos, los estragos que han provocado los «oralistas», los defensores del lenguaje oral en oposición al de señales, y va a saber de la presencia de una red social que existió a lo largo de mucho más de 2 siglos en Martha’s Vineyard, Massachusetts, y donde había una manera de sordera hereditaria y todos aprendían a charlar por señales. Y de esta manera, los que podían oír eran «políglotas», y podían meditar y charlar de viva voz y asimismo en el lenguaje de señales, y había un trueque libre y pleno entre oyentes y suecos. Por el hecho de que, para el creador, el lenguaje de señales no es una pura traducción de las lenguas habladas, sino más bien un idioma único y alterno, tan complejo, tan rico y tan efectivo para el pensamiento y la transmisión de la civilización como las distintas lenguas de los oyentes. Una obra bella y emocionante, un viaje impresionante al corazón de una tierra extrañísima y una provocativa meditación sobre la comunicación, la biología y la civilización.