La única historia (Panorama de narrativas nº 1000)

Un hombre evoca un amor de juventud con

una mujer madura. Una novela deslumbrante

sobre el cariño, el mal y la memoria.

«¿Preferirías querer mucho más y padecer mucho más o querer menos y padecer menos? Pienso que, al fin y al cabo, esa es la única cuestión», piensa al comienzo de la novela su personaje principal.

En la década de los sesenta, en el momento en que tenía diecinueve años y regresó de la facultad para pasar el verano en la casa de sus progenitores, Paul se apuntó a un club de tenis en el que conoció a Susan Macleod, de 40 y ocho años, casada no muy alegremente y con 2 hijas ahora mayores. Entre ese joven inexperto en temas de amor y sexo y esa mujer madura, ingeniosa, capaz y que bebe mucho más de la cuenta comienza una relación que va a marcar a Paul el resto de su historia.

En este momento, varios años después, él evoca esa aventura juvenil, se confronta con una experiencia que fue vital y también indeleble y recuerda los instantes contentos, pero asimismo los lacerantes que vinieron después.

Siguiendo la estela de la excepcional El sentido de un final, con la que ganó el Booker en 2011, Julian Barnes escribió otra novela sutil, profunda, asoladora y muy, muy bella sobre los vericuetos del amor y el paso y el poso del tiempo. Si en su juventud el creador fue un profesor de la pirueta, un virtuoso en el manejo de los elementos literarios, en sus proyectos de madurez sostiene esa pericia con las formas y construcciones narrativas, pero suma a ella una hondura solo al alcance de los escritores realmente enormes.

El resultado es una novela que averigua de modo deslumbrante en el exitación y el mal del deseo, en las lesiones de las relaciones que dejamos atrás, en de qué manera el paso de los años nos convierte y en de qué forma encaramos nuestro pasado.