Una familia de bandidos en 1793

Resulta bien difícil no conmoverse múltiples ocasiones al hundirse en esta narración -a medio sendero entre la novela de aventuras y el relato autobiográfico-, atribuida en un comienzo a Jean Chaurrau, el jesuita que la llevó a la imprenta. No obstante, en las últimas ediciones francesas es más frecuente, y mucho más justo, conseguir el nombre de María de Sainte-Hèrmine como autora. Ella misma enseña en las primeras páginas la meta que le movió a escribirla: anunciar a sus descendientes las ventajas con los que Dios ha colmado a su familia “provecho amargos, indudablemente, pero hermosos al unísono”. Es uno de sus nietos quien distribución el manuscrito a Chaurrau con la autorización para publicarlo.
El conmovedor testimonio de Sainte-Hèrmine nos enseña el Terror de la revolución alén de la famosa barbarie parisina, por el hecho de que los cantores de La Marsellesa asimismo cometieron el primer asesinato en masa moderno, aniquilando a una zona que se resistía a transformarse en esclava de las novedosas ideas. El episodio lleva por nombre la Guerra de Vandea (la Vendée) tomando el nombre de la zona insurrecta, y “delincuentes” llamaron a esos nobles y campesinos que se bordaron en las camisas el Sagrado Corazón con una divisa vieja, Dios y el Rey, esto es, lo mucho más proscrito de la Francia revolucionaria. Este libro es la horrible historia de una familia de esos recordables delincuentes.