La transparencia del tiempo (Mario Conde nº 9)

A un Mario Conde a puntito de cumplir sesenta años, y que se siente mucho más en crisis y mucho más escéptico que de práctica con su país, le llega de forma inopinada un encargo de un viejo amigo del centro, Bobby, que le solicita asistencia para recobrar la escultura de una virgen negra que le han robado. Conde revela que esa parte es considerablemente más importante de lo que le dijeron, y su amigo debe confesarle que procede de su abuelo español, que, huyendo de la Guerra Civil, la trajo de una ermita del Pirineo catalán. En los bajos fondos de La Habana, Conde da con un sospechoso al que terminan matando. Con el homicidio de otro cómplice, Conde revela una inopinada trama de galeristas y coleccionistas extranjeros apasionados en la talla medieval, y se tropieza indudablemente con la policía de asesinatos de La Habana. Pero, en episodios intercalados, La transparencia del tiempo asimismo cuenta la epopeya durante los siglos de la escultura, una virgen negra traída de la última cruzada a una ermita del Pirineo por un tal Antoni Barral, y va a ser otro Antoni Barral quien la salve y se vea obligado a embarcar como polizón con rumbo a La Habana.