Tenebris

Hace mucho más de cien años que el planeta así como lo conocíamos fue devastado por una sucesión de terremotos sin precedentes. Transcurrido el tiempo, los pocos sobrevivientes que han quedado se reunieron en pequeños asentamientos en los que subsisten a la vieja usanza.
Cada uno se funciona por sus reglas, pero hay algo que todos distribuyen: saben que absolutamente nadie debe atravesar el bosque de Tenebris, del que se cuenta que está maldito y que quien entra no regresa a salir.
En el momento en que los abastecimientos de agua empiezan a escasear, Eiver y Zaiguer son mandados alén de sus muros en pos de un nuevo rincón en el que establecerse.
Los dos saben que tienen que eludir a conjuntos como los Caníbales o la multitud de la Morada del cazador, genuinos salvajes que asesinan de manera malévola a todo el que que se adentra en su territorio. Se han concienciado para esto, pero no para lo que hallan en lo que todavía habría de ser la región segura de su poblado, una zanja llena de cadáveres a cuyos semblantes tienen la posibilidad de poner nombre. Próximamente descubrirán una red de patrañas que va a hacer que su misión quede relevada por otra bastante más esencial: socorrer sus vidas.
En medio de una escapada, el destino va a hacer que sus caminos se crucen con el de Zatriel, una muchacha que fué desterrada de su poblado por acostarse con quien no debía.
Eiver y Zatriel no comenzarán con buen pie, pero próximamente van a aprender que juntas tienen mucho más opciones de subsistir, especialmente cuando al pequeño conjunto no le queda mucho más antídoto que adentrarse en el inquietante bosque de Tenebris si desean proseguir con vida.