Santa Catalina de Siena (Ensayo nº 390)

"De tiempo en tiempo se ha discutido (...) qué hizo el Cristianismo por la mujer. Qué ubicación ha ocupado la mujer en el seno de la familia y en la sociedad en los pueblos que profesaron la religión de Cristo. De qué forma era considerada la mujer a la luz de la doctrina de la Iglesia. (...) Jesucristo ignoró el muro invisible en el momento en que interpeló al alma humana, al hombre desarrollado a su imagen, desarrollado como hombre y mujer. Cada palabra que sale de su boca se dirige a nuestra común naturaleza humana. (...)

El beato mucho más arraigado en la conciencia de los pueblos es María, la Madre de Cristo, la Reina de la clemencia (...). Pero asimismo las mujeres que en su temporada confesaron a Cristo con su historia de santidad y de amor al prójimo, fueron consideradas como columnas de la sociedad y líderes y maestras de sus pueblos. (...) En una temporada llena de crueldad y de sangre, una viuda natural de un radical de Europa, santa Brígida de Suecia, o una muchacha del pueblo, santa Catalina, hija de un tintorero de Siena, supieron ofrecer buenos consejos a los poderosos de este planeta.

Y el planeta las escuchaba con respeto aun en el momento en que no proseguía sus consejos. Llegaron a desempeñar un papel en la política mundial. Y reprendieron, recomendaron y guiaron y, en ocasiones, mandaron y brindaron órdenes al vicario de Cristo en la tierra".