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El nuestro es un planeta en el que la necesidad de información adecuada es incesante y riguroso: los animales humanos procuramos con ahínco pensamientos reales, opiniones verdaderas que nos dejen acrecentar nuestras opciones de supervivencia.
Pero entre los pobladores de ese planeta habita el conjunto de los incrédulos, individuos que predican que una fuente esencial de angustia es la preocupación por tener opiniones verdaderas y que creen preciso curarnos de esa neurosis que han llamado epistemología, una patología que ha contaminado a los dogmáticos de manera insanable. No obstante, si bien confunden la diana, y haya que persuadirles de que no son los epistemólogos los orígenes de los males de la raza humana, no nos engañemos: los incrédulos no son nuestros contrincantes, no son contrincantes. Forman parte de nuestro equipo y si nos increpan es para hacernos acordar que los objetivos de la vida no son teóricos sino más bien prácticos.
Y después están los materialistas. El mensaje del materialista es simple y también inquietante: si nada nos cabe aguardar de fuera, si lo que hay es todo cuanto hay, el futuro es solo compromiso nuestra. Y solo el saber nos hace causantes. Lo poco responsable es no entender, no comprender qué es lo viable y lo irrealizable, ocupar el planeta de secretos para conjurar nuestro temor. Y si existe algún secreto es por qué razón Sísifo aún sonríe y se conoce libre en el mínimo momento que regresa al viento su rostro.
Para los dos, para incrédulos y materialistas, está redactada esta introducción a la epistemología. Una parte de un concepto fácil: en epistemología hay 2 cuestiones que están en el corazón del emprendimiento. El primer inconveniente es el de de qué forma es viable el saber. El segundo inconveniente es de qué forma es viable el saber en un planeta cerrado por la causalidad física.
Pero entre los pobladores de ese planeta habita el conjunto de los incrédulos, individuos que predican que una fuente esencial de angustia es la preocupación por tener opiniones verdaderas y que creen preciso curarnos de esa neurosis que han llamado epistemología, una patología que ha contaminado a los dogmáticos de manera insanable. No obstante, si bien confunden la diana, y haya que persuadirles de que no son los epistemólogos los orígenes de los males de la raza humana, no nos engañemos: los incrédulos no son nuestros contrincantes, no son contrincantes. Forman parte de nuestro equipo y si nos increpan es para hacernos acordar que los objetivos de la vida no son teóricos sino más bien prácticos.
Y después están los materialistas. El mensaje del materialista es simple y también inquietante: si nada nos cabe aguardar de fuera, si lo que hay es todo cuanto hay, el futuro es solo compromiso nuestra. Y solo el saber nos hace causantes. Lo poco responsable es no entender, no comprender qué es lo viable y lo irrealizable, ocupar el planeta de secretos para conjurar nuestro temor. Y si existe algún secreto es por qué razón Sísifo aún sonríe y se conoce libre en el mínimo momento que regresa al viento su rostro.
Para los dos, para incrédulos y materialistas, está redactada esta introducción a la epistemología. Una parte de un concepto fácil: en epistemología hay 2 cuestiones que están en el corazón del emprendimiento. El primer inconveniente es el de de qué forma es viable el saber. El segundo inconveniente es de qué forma es viable el saber en un planeta cerrado por la causalidad física.
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