Reglas de oro para la vida cotidiana

Acostumbraros a estimar vuestra vida diaria, los actos que debéis cumplir, los hechos que se les muestran, los seres con los que debéis vivir o encontraros, como una materia sobre la que debéis trabajar para convertirla. No les contentéis con admitir lo que recibís, aguantando todo cuanto les ocurra,no les quedéis pasivos, pensad en añadir un factor con la capacidad de animar, de vivificar, de espiritualizar esta materia. Es ahí donde está realmente la vida espiritual: ser capaces de ingresar en todas y cada una de vuestras ocupaciones un fermento susceptible de proyectar esta actividad sobre un chato superior. Diréis: "¿Y la meditación... y la oración ...? " Exactamente la oración y la meditación se usa para capturar este elemento mucho más sutil, mucho más puro que les deja ofrecer a nuestros actos una exclusiva dimensión.