Primera regla: no hay reglas (Erótica)

¿Puede terminar bien un amor que comenzó de la peor forma viable?

Poppy siempre y en todo momento pensó que no, pero aun de esta forma, la atracción que sentía por él no le dejó ser objetiva y acabó cediendo a sus encantos, hasta el momento en que todo terminó peor de lo que había comenzado.

Para Drake las relaciones solo duraban lo mismo que el tiempo que debe mantenerse un jinete profesional de toros sobre el animal: ocho segundos. A él solo le interesaba batir récords en su nómina de conquistas pasajeras.

Pero por alguna razón los ocho segundos de la ronda corta se cambiaron en los que uno encara en el campeonato mundial de toros, y para Drake ella se convirtió en el desafío de su historia, tal y como si fuera el animal mucho más bravo de la rivalidad.

Distanciarse de él parecía la única opción, con lo que se instaló en el campo lejos de los chicos de localidad, donde halló la seguridad que procuraba, hasta el momento en que todo volvió a truncarse.

Es bien conocido que el cariño jamás es simple, pero un amor de las especificaciones del que ella se proponía vivir, bastante menos.

Solo debía elegir si acataba las reglas o las dejaba todas y cada una de lado sin importarle las habladurías.