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Antonin Artaud, en quien la disparidad se entreveraba con la genialidad artística, pasó largo tiempo entre enfermos mentales y escribió una carta a los directivos de los pisquiátricos:
“Tienen la posibilidad de recordarlo mañana por la mañana, en el momento en que los visiten, en el momento en que procuren —sin saber el léxico— dialogar con estos hombres sobre los que, tienen que reconocerlo, no tienen otra superioridad que la fuerza.”
Este libro trata de contestar a las sugerentes cuestiones planteadas por Artaud, partiendo del análisis genealógico que hiciese en su tiempo Michel Foucault, otro pensador original sobre el poder siquiátrico que, en su tiempo, asimismo fue cuestionado. Ubicamos el origen de la psiquiatría en medio de una Revolución francesa, en perpetuo enfrentamiento entre sanar a los locos o proteger a la sociedad establecida, o por detallar, de su predominación: ¿Por qué razón y para qué exactamente nació y se desarrolló como una supuesta ciencia médica? Se presentaba como liberadora, pero preconizaba el aislamiento terapéutico en asilos distinguidos en los que imperaba el poder del médico. La psiquiatría incipiente se reputaba como científica, pero, de todos modos, justificaba y validaba el orden público impuesto por los diferentes estados.
Entonces resultó que los pisquiátricos no curaban, sino más bien todo lo opuesto, por el hecho de que, según se confirmaba, los propios pacientes eran responsables de su incurabilidad. La psiquiatría, cuanto más a nivel científico se mostraba, mucho más fatalista aparecía en relación a las presuntas anomalías de la salud mentales, cayendo en la tautología de que todas y cada una eran hereditarias. Solo cabía la prevención, la eugenesia, la esterilización y el exterminio. Para comunicarlo, se hace un paseo envolvente sobre las ideas y las prácticas siquiátricas desde los años anteriores a la Revolución francesa hasta el desenlace de la Segunda Guerra Mundial. La psiquiatría alemana, con el aval de Hitler, exterminó a mucho más de trescientos mil enfermos mentales.
“Tienen la posibilidad de recordarlo mañana por la mañana, en el momento en que los visiten, en el momento en que procuren —sin saber el léxico— dialogar con estos hombres sobre los que, tienen que reconocerlo, no tienen otra superioridad que la fuerza.”
Este libro trata de contestar a las sugerentes cuestiones planteadas por Artaud, partiendo del análisis genealógico que hiciese en su tiempo Michel Foucault, otro pensador original sobre el poder siquiátrico que, en su tiempo, asimismo fue cuestionado. Ubicamos el origen de la psiquiatría en medio de una Revolución francesa, en perpetuo enfrentamiento entre sanar a los locos o proteger a la sociedad establecida, o por detallar, de su predominación: ¿Por qué razón y para qué exactamente nació y se desarrolló como una supuesta ciencia médica? Se presentaba como liberadora, pero preconizaba el aislamiento terapéutico en asilos distinguidos en los que imperaba el poder del médico. La psiquiatría incipiente se reputaba como científica, pero, de todos modos, justificaba y validaba el orden público impuesto por los diferentes estados.
Entonces resultó que los pisquiátricos no curaban, sino más bien todo lo opuesto, por el hecho de que, según se confirmaba, los propios pacientes eran responsables de su incurabilidad. La psiquiatría, cuanto más a nivel científico se mostraba, mucho más fatalista aparecía en relación a las presuntas anomalías de la salud mentales, cayendo en la tautología de que todas y cada una eran hereditarias. Solo cabía la prevención, la eugenesia, la esterilización y el exterminio. Para comunicarlo, se hace un paseo envolvente sobre las ideas y las prácticas siquiátricas desde los años anteriores a la Revolución francesa hasta el desenlace de la Segunda Guerra Mundial. La psiquiatría alemana, con el aval de Hitler, exterminó a mucho más de trescientos mil enfermos mentales.
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