El peso del pesimismo. Del 98 al desencanto (Estudios nº 82)

La crónica de España fué presentada de manera frecuente en concepto de ocaso, frustración y excepcionalidad. Desde objetivos del siglo XX se impone el pensamiento opuesto, una óptica comparativa que nos asimila al resto de Europa y cambia la «diferencia» por «normalidad». Sin embargo persisten, como espectros que se resisten a ocultar, pulsiones negativas que se traducen en crítica maligna del presente, escasa autovaloración y manifiesta desconfianza en nuestro futuro.

La verdad de españa fué contemplada de forma sistemática con un cristal obscuro y probablemente distorsionador, hasta el punto de que los mucho más negros vaticinios han condicionado nuestro sendero. Es el peso del pesimismo en nuestra historia reciente -algo mucho más de un siglo-, un periodo que comienza con sensación de caída insondable, prosigue con la estimación de continuos descalabros -los catastrofes del 98, 1909, 1921-, contempla la vida nacional como adefesio, se sume en el despedazamiento fratricida de la guerra civil, se lame entonces las lesiones complaciéndose en las nociones de fiasco colectivo y trayectoria errada, y acaba poniendo en cuestión hasta los éxitos reconocidos por el resto (el infortunio en el desarrollo de transición a la democracia). El pesimismo hace aparición tal como una sombra ominosa que marca la reflexión de unas elites y se proyecta sobre el grupo de la nación.