EL MURO DE LAS INDISCRECIONES

Entre el absoluto caos que forman las distintas publicaciones de mis amigos en Feísbuk (es un caos pues no sé ordenarlo mejor y por el hecho de que además de esto no me tomo la molestia de procurarlo, puesto que si bien lo hiciese, resultaría materialmente irrealizable verlo todo, ya que charlamos de prácticamente setecientas personas colgando vídeos, fotografías, canciones, poemas y contenidos escritos de todo género a lo largo de las veinticuatro horas del día), resaltan con luz propia, como se expresa comunmente, las medites de la mexicana Diana Solórzano. No es asombroso el éxito que tiene entre sus amigos, y que prueba el prominente número de me agradas y las inacabables ristras de comentarios que causan.

Diana se fija en cualquier aspecto de la vida diaria, procura utilizar la lógica mucho más elemental, el puritito los pies en el suelo, a su análisis, y claro, deja de manifiesto el planeta absurdo, contradictorio y también incomprensible en que vivimos. Tirando del hilo, en ocasiones pasa de la fácil observación costumbrista a la mucho más pura sociología e inclusive a la metafísica, pero sin alardes, como quien dice con un amíguete la última tontería oída en el telediario. Su prosa es informal pero inexorable y nos ordena a replantearnos varias cosas.

Yo suelo hallarme con ellas de madrugada (por aquello del desfase de horario), recién levantado, con el vaso del café al costado del teclado y el primer cigarro entre los labios. Hay veces en las que verdaderamente me preocupa despertar a los vecinos con las carcajadas.

Ignoro si sus medites van a ser ajustables alén de las fronteras de su fantástico país, por el hecho de que nunca lo he visto con atención (como tiende a suceder), pero probablemente asimismo lo es como un ejemplo de la verdad sencillamente humana.

Ape Reanuda
Aranda de Duero, España.