Montségur, la Sinagoga de Satán

Montségur, un pequeño castillo subido en un risco del Pirineo Oriental, desafió a lo largo de 40 años al rey de Francia, al papado y al insuperable acoso de la Inquisición. Escogido a inicios del siglo XIII por Esclarmonda de Foix, la Dama Blanca, para transformarlo en la meca del catarismo, a lo largo de años fue uno de los más importantes centros de espiritualidad de la secta herética pese al acoso sufrido a lo largo de la Cruzada Albigense predicada en 1209 por el papa Inocencio III, que sumió a toda la Occitania en la mayor barahúnda de terror y muerte que se habían popular en siglos. En esta cruzada de cristianos contra cristianos se desplegó la mayor furia imaginable y se realizaron las matanzas mucho más malévolas que se recordaban. Se destrozaron ciudades, se masacraron ciudades enteras y una cantidad enorme de inficionados, como llamaban a los herejes, terminaron en las cárceles o en las fogatas de la Inquisición, construída por el papa Lucio III en 1184 exactamente para frenar el apogeo de la novedosa religión. Montségur fue cobijo de sencillos Fieles, de Perfectas correspondientes a la mucho más rancia nobleza occitana y de faidits, nobles desposeídos de sus dominios por los cruzados y apartados a la condición de condenadas en las tierras que habían pertenecido a sus familias a lo largo de generaciones. Montségur resistió al feroz y sin corazón Simón de Montfort, el León de la Cruzada, y al despiadado y sanguinario Arnaud Amalric, el abad de Cîteaux, hasta el momento en que en 1243 Blanca de Castilla, la madre de Luis IX, ordenó al senescal de Carcassonne que decapitara la Cabeza del Dragón. La presión de las tropas del rey de Francia terminó aislando el pequeño reducto de los Buenos Hombres hasta transformarlo en una isla cercada de contrincantes prestos a lo que fuera por aniquilar a los cátaros y eliminar al fin y al cabo la Sinagoga de Satán.