Mientras tanto, aquí dentro

Un año de confinamiento. Un año en el que procuramos lidiar –cada cual, con las herramientas que consideró pertinentes– con la pandemia, en el que nos encerramos al interior de nuestras viviendas y de nosotros, mientras que todo modificaba allí afuera. Un transcurso que se nos hizo eterno, todo el tiempo fluctuando entre el pavor y la indecisión, entre la luz y la penumbra. Yendo del vértigo por lo irreconocible al cobijo de lo hogareño. Un año en el que el planeta se nos logró mucho más lejano que jamás, al paso que procurábamos sostener lo mucho más cerca viable a nuestros aprecios. El año en que estuvimos, al unísono, tan lejos y tan cerca. Tiempos de confusión en el que abrazamos a los nuestros en ocasiones a través de guantes y tapabocas. En el que nos tocó despedirnos de ciertos y ver con estupefacta felicidad regresar de la desaparición a otros. Meses y meses en los que nos rondó el temor mucho más primigenio frente a un enemigo insuperable y irreconocible que, de nuevo, como tiende a suceder cada tanto en este mundo, nos desafiaba a ganarnos nuestro derecho a habitarlo.
Y en la mitad de la angustia, la ansiedad, la paranoia y el insomnio, entonces la escritura como balsa, como una oportunidad de sobrellevar la catástrofe merced al intento por poner estos días extraños en expresiones. Y buscar los destellos en la mitad de la obscuridad.
Esta es una compilación de medites, anécdotas, apuntes de cuarentena y memorias inspiradas por la música