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El feminismo de de hoy no es solo un arma totalitaria de chantaje y coacción a la población masculina, sino más bien asimismo entre las mayores amenazas para la mujer del siglo XXI cuyo primer deber escencial es resguardar a sus hijos hombres de la asimetría penal propugnada por las mercantilistas de la ideología de género.
Las feministas apuestan por un presente y por un futuro en el que la mujer no sea nada fuera del colectivo y del dominio, la tutela y la validación de aquellas otras mujeres que lo dirigen desde la política, la administración, el planeta académico, mediático, y clientelar. Desde ese poder y estatus inconmensurable les dicen a sus análogas que su esfuerzo individual y su pelea durante la historia, codo con codo con el hombre, no existió. El feminismo es puro marxismo frentista que no entra en disputa con el yugo del carca del pasado, sino pelea por relevarlo. Imita el patrón chantajista, dominante y depredador del maltratador reeditando el “tú sin mí no eres nada” bajo el “tú, mujer, le tienes que todo al feminismo. Sin él no podrías trabajar, votar, llevar esa falda corta o esas medias”.
Las feministas de partido financian sus arcas con el dinero de las víctimas. Y las mucho más febriles feministas de plató ponen en prueba las flaquezas de muchas de las mujeres defensoras del movimiento. Ciertas llegaron a transformarse en groupies de terroristas llegando hasta la hibristofília. Una inclinación patológica y carnal por el criminal. Les pone un Otegi, un Boye o un Valtonyc, pues tienen una necesidad dominante de ser dominadas por estos tipos que llegaron al delito, al secuestro o al asesinato. Sin esa carcunda liberticida somos mucho más libres y mucho más fuertes.
Las feministas apuestan por un presente y por un futuro en el que la mujer no sea nada fuera del colectivo y del dominio, la tutela y la validación de aquellas otras mujeres que lo dirigen desde la política, la administración, el planeta académico, mediático, y clientelar. Desde ese poder y estatus inconmensurable les dicen a sus análogas que su esfuerzo individual y su pelea durante la historia, codo con codo con el hombre, no existió. El feminismo es puro marxismo frentista que no entra en disputa con el yugo del carca del pasado, sino pelea por relevarlo. Imita el patrón chantajista, dominante y depredador del maltratador reeditando el “tú sin mí no eres nada” bajo el “tú, mujer, le tienes que todo al feminismo. Sin él no podrías trabajar, votar, llevar esa falda corta o esas medias”.
Las feministas de partido financian sus arcas con el dinero de las víctimas. Y las mucho más febriles feministas de plató ponen en prueba las flaquezas de muchas de las mujeres defensoras del movimiento. Ciertas llegaron a transformarse en groupies de terroristas llegando hasta la hibristofília. Una inclinación patológica y carnal por el criminal. Les pone un Otegi, un Boye o un Valtonyc, pues tienen una necesidad dominante de ser dominadas por estos tipos que llegaron al delito, al secuestro o al asesinato. Sin esa carcunda liberticida somos mucho más libres y mucho más fuertes.
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