Los árboles te enseñarán a ver el bosque: Prólogo de Manuel Rivas (Ares y Mares)

La mucho más completa y complicada, la mucho más precisa y hospitalaria, la mucho más hermosa y desprendida de las producciones de la narración de la Vida es el bosque. Si poco, o nada, del pasado —tanto el nuestro como el de la Naturaleza— tiene sentido sin las florestas, menos futuro aún va a tener el futuro sin ellas. No obstante esta civilización ha consumado su mucho más imprudente torpeza arrancándose de su origen y devastando el enorme hogar de la vida, envenenando al desarrollador de la transparencia que respiramos, abatiendo al constructor de la fertilidad.

Sostiene el creador, el emboscado Joaquín Araújo, que cada árbol de pie es un punto de acompañamiento para esta lisiada humanidad, para los aires rotos, para la vivacidad en su grupo, para hacerle cara al desierto, para batallar el estruendos y a la acumulada fealdad que la prisa siembra en prácticamente todos los rincones. Nada como los árboles para ofrecernos paz y asistirnos a conectar con la Naturaleza y a reencontrarnos con nosotros.

En estas páginas puede leerse entre las mucho más profundas convivencias con las florestas de uno de nuestros contemporáneos. Varios de los más destacados instantes de la vida de Araújo, durante sus cincuenta años de emboscadura, son contados aquí con intensa hermosura y emoción. Indudablemente a fin de que entendamos mejor el increíble acierto de Federico García Lorca en el momento en que escribió: "Poeta es Árbol".