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El 31 de diciembre de 2008 mi madre murió de cáncer. En el momento en que murió, llevaba múltiples años economizando para comprarse un equipo nuevo de esquí. Con la primera paga de la jubilación iba a actualizar su equipo. Pero justo al cumplir los sesenta y cinco se terminó lo que se daba. El día que la sepultamos aprendí que el tópico es verdad: en esta vida nos encontramos de paso.
Conque no iba a dejar para mañana todos los sueños, desafíos o aventuras que tengan la posibilidad de hacerme feliz. Así comencé a prepararme para mi primer Ironman, en un par de meses. O mi primer Ultraman, en un par de meses mucho más.
Desde mi primera carrera no he parado de viajar por todo el planeta para formar parte en disputas de ultradistancia. A lo largo de este tiempo me he dado cuenta de que verdaderamente el hombre es la poronga. En todas y cada una de estas carreras he popular a personas que me cambiaron la vida, los valores, las inquietudes.
Aprendí mucho más de ellos de lo que había aprendido en treinta y un años. El argentino desquiciado y exrico de sesenta y cinco años que a los cincuenta lo dejó todo. El tío con un tumor testicular que corre maratones. La señora de prácticamente setenta que dio la vuelta a Australia corriendo 365 maratones en un año tras sobrepasar un cáncer. El chavalín que venció una tetraplejia y ha acabado su primer Ironman.
Conque voy a proseguir realizando lo que realice falta para hallar vivir de esta manera: de carrera en carrera, de historia en historia, de vida en vida, de aventura en aventura. De sueño en sueño. No pienso que se logre soliciar mucho más.
Conque no iba a dejar para mañana todos los sueños, desafíos o aventuras que tengan la posibilidad de hacerme feliz. Así comencé a prepararme para mi primer Ironman, en un par de meses. O mi primer Ultraman, en un par de meses mucho más.
Desde mi primera carrera no he parado de viajar por todo el planeta para formar parte en disputas de ultradistancia. A lo largo de este tiempo me he dado cuenta de que verdaderamente el hombre es la poronga. En todas y cada una de estas carreras he popular a personas que me cambiaron la vida, los valores, las inquietudes.
Aprendí mucho más de ellos de lo que había aprendido en treinta y un años. El argentino desquiciado y exrico de sesenta y cinco años que a los cincuenta lo dejó todo. El tío con un tumor testicular que corre maratones. La señora de prácticamente setenta que dio la vuelta a Australia corriendo 365 maratones en un año tras sobrepasar un cáncer. El chavalín que venció una tetraplejia y ha acabado su primer Ironman.
Conque voy a proseguir realizando lo que realice falta para hallar vivir de esta manera: de carrera en carrera, de historia en historia, de vida en vida, de aventura en aventura. De sueño en sueño. No pienso que se logre soliciar mucho más.
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