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Analía Kalinec nació en dictadura, en el contexto de una familia "habitual" de clase media, con una mamá ama de la casa y un papá policía. Segunda hija de 4 hermanas mujeres, medró en años de impunidad ignorando la condición de genocida de su padre. A lo largo de su niñez, adolescencia y temprana adultez sostuvo un vínculo de mutuo aprecio y admiración por su padre. Le llevó 25 años comprender que aquel que la mimaba en su niñez era asimismo el Dr. K, responsable de raptos, torturas, homicidos y otros crímenes clasificados de lesa humanidad a lo largo de la última dictadura militar. En 2005, con su padre ahora en la prisión, empezó un largo paseo personal siguiendo el sendero de Memoria, Verdad y Justicia iniciado por la sociedad argentina desde los juicios a genocidas que se reanudaron una vez derogadas las leyes de impunidad.
En la mucho más absoluta soledad, Analía pagó el valor de romper el orden de silencio y cooperación que se impone a los familiares de quienes participaron de las violaciones a los derechos humanos. Rompió vínculos de familia, fue acusada, conminada y alejada de la familia.
Recién en 2017 está con otras y otros hijos y familiares de genocidas que tampoco admitían almacenar silencio y ser cómplices del horror. Se compone entonces la agrupación Historias Desobedientes y empiezan a alzar la voz, a ofrecer testimonio, a reclamar el derecho de poder declarar contra sus progenitores genocidas. Comienzan a patentizarse las secuelas que los crímenes de lesa humanidad desarrollan dentro de las propias familias de los perpetradores. Es desde ese momento que Analía encara una demanda de su padre y de sus hermanas por "indignidad". La meta: desheredarla. "¿Puede mi papá desheredarme de los recuerdos? ¿Me puede desheredar de esta historia, de la vergüenza, de la tristeza?", redacta mientras que prosigue contando a su padre, a su familia, a ella misma y a un país que prosigue preguntando "¿dónde se encuentran?".
En la mucho más absoluta soledad, Analía pagó el valor de romper el orden de silencio y cooperación que se impone a los familiares de quienes participaron de las violaciones a los derechos humanos. Rompió vínculos de familia, fue acusada, conminada y alejada de la familia.
Recién en 2017 está con otras y otros hijos y familiares de genocidas que tampoco admitían almacenar silencio y ser cómplices del horror. Se compone entonces la agrupación Historias Desobedientes y empiezan a alzar la voz, a ofrecer testimonio, a reclamar el derecho de poder declarar contra sus progenitores genocidas. Comienzan a patentizarse las secuelas que los crímenes de lesa humanidad desarrollan dentro de las propias familias de los perpetradores. Es desde ese momento que Analía encara una demanda de su padre y de sus hermanas por "indignidad". La meta: desheredarla. "¿Puede mi papá desheredarme de los recuerdos? ¿Me puede desheredar de esta historia, de la vergüenza, de la tristeza?", redacta mientras que prosigue contando a su padre, a su familia, a ella misma y a un país que prosigue preguntando "¿dónde se encuentran?".
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