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Esta novela es la recreación de la fantasía juvenil más especial: no ser adulto, parar los relojes al tiempo y entrar al territorio atemporal de la adolescencia perenne, de la travesura diaria, de la aventura insaciable.
Mientras que mira su empolvada compilación de discos de The Clash y escucha el tictac del cocodrilo poco a poco más cerca, Wendy -una ex- homeless de las calles londinenses- recuerda la historia que vivió con Peter, el niño rebelde que se negó a medrar pues "todo adulto ha matado a un niño, cuando menos a uno", y él no deseó ser su asesino. Recuerda su paso por una Tierra de Jamás Nunca donde traficaba con anfetas a la puerta de los locales donde tocaban los Sex Pistols, y fue integrante distinguido de la banda de los Pequeños Perdidos, asimismo llamados los Hijos de Margaret Tatcher. Recuerda al capitán y su crueldad cubierta en prendas Armani, su refinado gusto por el delito, la música de Mozart y las maravillas artísticas, y el enorme odio que profesaba contra Peter reluciendo siempre y en todo momento en el fondo de sus ojos azules. Recuerda, más que nada, lo lejano de sus sueños de juventud, la rebeldía colectiva acuñada en el "No Future" que fue el iracundo lema de una generación cuyos sobrevivientes, como ella, terminaron transformándose en aquello que rechazaban. Y piensa, mientras que siente poco a poco más cerca el reloj que antes ignoraba, que James el Obscuro no se encontraba orate sino más bien enfermo de amargura por no haberse librado, como Peter, del acecho del cocodrilo del tiempo que de a poco se lo fue comiendo a trozos.
Mientras que mira su empolvada compilación de discos de The Clash y escucha el tictac del cocodrilo poco a poco más cerca, Wendy -una ex- homeless de las calles londinenses- recuerda la historia que vivió con Peter, el niño rebelde que se negó a medrar pues "todo adulto ha matado a un niño, cuando menos a uno", y él no deseó ser su asesino. Recuerda su paso por una Tierra de Jamás Nunca donde traficaba con anfetas a la puerta de los locales donde tocaban los Sex Pistols, y fue integrante distinguido de la banda de los Pequeños Perdidos, asimismo llamados los Hijos de Margaret Tatcher. Recuerda al capitán y su crueldad cubierta en prendas Armani, su refinado gusto por el delito, la música de Mozart y las maravillas artísticas, y el enorme odio que profesaba contra Peter reluciendo siempre y en todo momento en el fondo de sus ojos azules. Recuerda, más que nada, lo lejano de sus sueños de juventud, la rebeldía colectiva acuñada en el "No Future" que fue el iracundo lema de una generación cuyos sobrevivientes, como ella, terminaron transformándose en aquello que rechazaban. Y piensa, mientras que siente poco a poco más cerca el reloj que antes ignoraba, que James el Obscuro no se encontraba orate sino más bien enfermo de amargura por no haberse librado, como Peter, del acecho del cocodrilo del tiempo que de a poco se lo fue comiendo a trozos.
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