Juan XXIII. Una vocación frustrada

San Juan XXIII el Papa humilde o el Papa bueno, que de las dos formas era popular, todavía es reconocido como el Papa del Concilio por la enorme trascendencia que el Vaticano II tuvo y va a tener en la Iglesia moderna y en la del futuro. Además de esto, participó como enfermero en la Primera Guerra Mundial, fue encargado apostólico en Bulgaria. Grecia y Turquía -donde asistió a socorrer a varios judíos de las garras del nazismo-, tal como nuncio en París, Patriarca de Venecia... En el momento de su muerte, desfilan por su cabeza la gente a las que deseó y confia en que se le van a abrir las puertas del Cielo, no con lo que logró, sino más bien con lo que amó. Su familia y más que nada su madre, el tío Zaverio. el párroco don Rebuzzini, el obispo Tedeschi, la pequeña Catalina Hudson. enferma de leucemia, que le impresionó, su leal secretario Loris Capovilla... y en el fondo, un paisaje recurrente: la ladera sagrada de Sotto il Monte, el pueblo donde nació. Fue canonizado por el Papa Francisco el 27 de abril de 2014. José Luis Olaizola ha investigado el Períodico del alma de san Juan XXIII, las cartas a familiares e inclusive su testamento espiritual, para recrear, en primera persona y con un estilo simple y feliz, la peripecia escencial de este enorme hombre que nació con vocación de cura de aldea y acabó siendo Papa por obediencia.