Ser de izquierdas es ser el último de la fila (y saberlo) (Mayor nº 724)

Prólogo de Oriol Junqueras. Epílogo de Joan Tardà. El día de hoy, como ayer, la izquierda, en la búsqueda eterna de la justicia popular, debe tener una sólida base ética que comprenda que un planeta sostenido en el sufri¬engaño de los absolutamente nadie y en la pelea del último contra el penúltimo es un planeta intencionadamente mal hecho, fruto de muchas derrotas, en el que nada es casual. Si la historia nos charla de una situación de libres y esclavos, de opresores y oprimidos, de eternos antago¬nismos, debemos decir sin pudor que la historia es una pelea eterna y dinámico de clases donde el control siempre y en todo momento fué negado a exactamente los mismos. Nuestro Marx ha dicho una vez “yo no soy marxista” y “es requisito dudar de todo”. Con estas oraciones parecía invitarnos a no fosilizar su diagnóstico que, si bien válido el día de hoy, está sujeto a permanentes cambios presentes y venideros. La izquierda ha de ser y es considerablemente más que sus par¬tidos o sus mandatarios políticos. Ni unas iniciales ni un líder tienen que erigirse en salvadores o salvadores de causas o patrias como vino pasando los últimos cien años. La izquierda debe pelear por asegurar vidas que merezcan la pena ser vividas. Vidas en las que sea el trabajo lo que cree riqueza y no el dinero. Vidas en las que triunfen el talento y el intelecto, y no el abuso y la ley del mucho más fuerte. Vidas en las que todos tengan todo sin qui¬tar nada a absolutamente nadie, en las que importe mucho más el de qué manera y el motivo que el dónde y el quién.