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La maldad nos perjudica a todos. Absolutamente nadie sale indemne. Las víctimas sufren, los presentes —nos indignemos aproximadamente—, padecemos sus secuelas globales, y los victimarios perdieron, en mayor o menor medida, su conciencia ética y parte de su humanidad, lo que no los hace menos humanos, pero sí mucho más temibles.
No tiene que ver con atormentarnos por las infinitas desgracias de todo el mundo sin poder sentirnos contentos frente a las maldades conocidas todos los días. Pero en nuestra condición de presentes que no queremos permitir la maldad nos apremia a pensar sobre el mal, de forma especial aquel derivado de las ideologías y que, en la mayoría de los casos, se acostumbra ejercer de manera grupal.
La abstención es una manera de acción, y si bien el mal permitido no sea equiparable al cometido, no por este motivo ya no es un mal. Los medios nos detallan los horrores de todo el mundo, pero en la mayor parte de las oportunidades nos quedan lejos. De este modo, la distancia con en comparación con mal extraño y la visión reiterada del mismo promueven una contestación tenue, de rápida disolución.
Este no es un libro de resoluciones. Es un libro de demanda, de descripción, y un intento de entendimiento, que no de justificación, que se ofrece comprobar de qué manera las ideologías afirman las maldades.
En Ideología y maldad, Antoni Talarn nos proporciona, en diálogo con otros muchos autores que han meditado sobre este tema, un extenso repertorio de las distintas formas en que la maldad actúa. Pero —¡oh, sorpresa!— no solo examina esas manifestaciones en el planeta de hoy que suceden fuera de nuestras vidas, sino asimismo nos revela aquellas maneras de la maldad que están incorporadas a nuestra cultura y de las que no acostumbramos a ser conscientes y tendemos a ignorarlas. Una obra que incentiva a meditar y que pone a nuestro alcance herramientas que, si bien no supriman el mal, sí por lo menos nos dejen encararlo y achicar la amenaza que representa.
La vida es muy dañina. No por la gente que hacen el mal, sino más bien por las que se sientan a conocer lo que ocurre. (Albert Einstein)
Lo alarmante no es la perversidad de los desalmados sino más bien la indiferencia de los buenos. Nuestra generación no se va a haber lamentado tanto de los crímenes de los malvados, como del emocionante silencio de los benevolentes. (Martin Luther King)
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