Un horizonte vertical: Paisaje urbano de Buenos Aires (1910-1936) (Caleidoscópica nº 6)

"Las ciudades, como los sueños, están construidas de deseos y miedos" escribió Ítalo Calvino. Las metamorfosis de una localidad ocuparon siempre y en todo momento el centro de los debates y las discusiones culturales, políticas y también ideológicas. Buenos Aires no fue la salvedad. A inicios del siglo XX, sus cambios lograron ser leídos en clave de evolución y avance o como elementos desestabilizadores de los sistemas y valores actuales. Hacia el Centenario, su paisaje urbano fue el tema escogido por distintos artistas. Entonces, nacionalismo y cosmopolitismo fueron los términos que marcaron las tensiones artísticas de la temporada. La posición de los nacionalistas anhelaba proteger algunas tradiciones revirtiendo el correr del tiempo y adoptando los "tipos y prácticas" del campo, y de esta forma lo representaron nombres como Fernando Fader, Cesáreo B. de Quirós y escritores como Manuel Gálvez y Leopoldo Lugones. Otra fue la intención de figuras como Emilio Pettorutti, Alfredo Guttero, Horacio Butler, Alberto Prebisch o Jorge Luis Borges, quienes consideraban que para actualizar el arte la condición primordial era la presencia de una vanguardia acorde con la imagen de una Buenos Aires cosmopolita y actualizada. Mientras que unos festejaban las transformaciones y el avance de la principiante industrialización, otros denunciaban los inconvenientes sociales que producía el desarrollo vertiginoso de la metrópolis. El inconveniente era la construcción de una tradición y la revisión de un pasado histórico que legitimara los 2 términos de esta dualidad. Estas convicciones hicieron mella en un extenso fantasma de intelectuales, desde el anarquismo utópico de Martín Malharro hasta el hispanoindigenismo de Ricardo Rojas, por el hecho de que el desafío residía en localizar en la agilidad del cambio los letras y números equilibrados de una nación que recién comenzaba a consolidarse. La estudiosa Catalina Fara, doctora en Historia y Teoría de las Artes, se encara a este impresionante relato de mutaciones y discusiones para hilar en Un horizonte vertical esa trama de miedos y deseos que de alguna manera edificó el paisaje de la Buenos Aires que conocemos.