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Esa noche Fidel tardó bastante en dormirse. No sabía de qué manera había llegado a aquella situación de verídica angustia. De todos modos, se encontraba abocado a un callejón sin salida. Eran 2 mujeres bellas. Cada una a su estilo, 2 ánimas nobles a las que la vida no había golpeado bastante todavía, si bien Sandra Milena tuviese en su cuerpo la rémora generacional del sacrificio y del padecimiento. Esa visión de sentirse tan amado por las dos chicas le torturaba. Había practicado un sexo total con ámbas, repetidamente, con denuedo y pasión. Las dos le habían entregado sus cuerpos sin reservas. No únicamente una fácil cópula como hacen las bestias del bosque. No... Habían estado poseídos por un desvarío extremista, absoluto, hedonista... habían acercado y colado sus ánimas, hecho aventuradas promesas de amor, compartido intimidades y, al fin y al cabo, desarrollado vínculos y complicidades. Los que crean los primeros amores...
Por la mañana siguiente Fidel no asistió a las clases en la Facultad. Precisaba estar solo para meditar. Salió a la calle listo para entrenar. El día era caluroso y algo húmedo, pero no agobiante, como es usual en ocasiones en el norte si se da ese supuesto.
Se perdió a propósito por una carretera solitaria, aguardando la acción favorece de las endorfinas en el cerebro, esos péptidos que hacen que, en el transcurso de un cierto tiempo las cosas se vean mucho más de color de rosa. Por ahora solo experimentaba un espectacular caos mental. Pero sabía por experiencia que, de a poco, la enorme amalgama de pensamientos que se entrecruzaban en su cabeza se irían diluyendo transcurrido el tiempo hasta el momento en que solo quedara el inconveniente primordial. De todos modos 2, si de este modo se les podía llamar: Aída y Sandra Milena.
Por la mañana siguiente Fidel no asistió a las clases en la Facultad. Precisaba estar solo para meditar. Salió a la calle listo para entrenar. El día era caluroso y algo húmedo, pero no agobiante, como es usual en ocasiones en el norte si se da ese supuesto.
Se perdió a propósito por una carretera solitaria, aguardando la acción favorece de las endorfinas en el cerebro, esos péptidos que hacen que, en el transcurso de un cierto tiempo las cosas se vean mucho más de color de rosa. Por ahora solo experimentaba un espectacular caos mental. Pero sabía por experiencia que, de a poco, la enorme amalgama de pensamientos que se entrecruzaban en su cabeza se irían diluyendo transcurrido el tiempo hasta el momento en que solo quedara el inconveniente primordial. De todos modos 2, si de este modo se les podía llamar: Aída y Sandra Milena.
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