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“Leal es esta palabra y digna de toda aceptación: que Cristo Jesús vino al planeta para socorrer a los pecadores, de los que yo soy el primero. Sin embargo, por tal razón recibí clemencia, a fin de que Cristo Jesús mostrase en mí, el primero, su clemencia, para ejemplo de los que debían opinar en él para vida eterna. Por consiguiente, al Rey de los siglos, al inmortal, invisible y único Dios, sean la honra y la gloria por los siglos de los siglos. Amén”.
—1 Timoteo 1: 15-17
En el momento en que Pablo escribió este inolvidable artículo, “Leal es esta palabra y digna de toda aceptación: que Cristo Jesús vino al planeta para socorrer a los pecadores,” lo escribió en referencia a él mismo. Quisiese que vean con bastante precaución el contexto. Versículo 12: “Doy merced al que me robusteció, a Cristo Jesús nuestro Señor, pues me tuvo por leal al ponerme en el ministerio, más allá de que antes fui blasfemo, perseguidor y también insolente. No obstante, recibí clemencia pues, siendo desinformado, lo hice en incredulidad. Pero la felicidad de nuestro Señor fue mucho más que abundante con la fe y el cariño que hay en Cristo Jesús. Leal es esta palabra y digna de toda aceptación: que Cristo Jesús vino al planeta para socorrer a los pecadores.” Vean, el apóstol se había referido primero a él mismo, y después el Espíritu Santurrón lo llevó a redactar sobre la salvación gloriosa de la que él fue un destacable beneficiario. Precisamente fue una conexión correcta y oportuna para poner allí este artículo del evangelio glorioso. Lo que Pablo platicaba a otros se podía ver en él mismo.
En el momento en que les leí hace un rato la conversión de Saulo, supongan que hubiese terminado mi lectura con esta oración: “Leal es esta palabra y digna de toda aceptación: que Cristo Jesús vino al planeta para socorrer a los pecadores.” Todos ustedes hubiesen dicho: “eso es verdad, y es una conclusión natural que se desprende de la narración.” Esa oración hubiese servido como la moraleja de toda la historia. De una conversión de ese tipo se deduce de forma simple y fácil, que Cristo Jesús debe existir venido al planeta para socorrer a los pecadores. Vean entonces por qué razón Pablo la expresó en este sitio de manera especial. Pablo no podía eludir referirse a su caso
—1 Timoteo 1: 15-17
En el momento en que Pablo escribió este inolvidable artículo, “Leal es esta palabra y digna de toda aceptación: que Cristo Jesús vino al planeta para socorrer a los pecadores,” lo escribió en referencia a él mismo. Quisiese que vean con bastante precaución el contexto. Versículo 12: “Doy merced al que me robusteció, a Cristo Jesús nuestro Señor, pues me tuvo por leal al ponerme en el ministerio, más allá de que antes fui blasfemo, perseguidor y también insolente. No obstante, recibí clemencia pues, siendo desinformado, lo hice en incredulidad. Pero la felicidad de nuestro Señor fue mucho más que abundante con la fe y el cariño que hay en Cristo Jesús. Leal es esta palabra y digna de toda aceptación: que Cristo Jesús vino al planeta para socorrer a los pecadores.” Vean, el apóstol se había referido primero a él mismo, y después el Espíritu Santurrón lo llevó a redactar sobre la salvación gloriosa de la que él fue un destacable beneficiario. Precisamente fue una conexión correcta y oportuna para poner allí este artículo del evangelio glorioso. Lo que Pablo platicaba a otros se podía ver en él mismo.
En el momento en que les leí hace un rato la conversión de Saulo, supongan que hubiese terminado mi lectura con esta oración: “Leal es esta palabra y digna de toda aceptación: que Cristo Jesús vino al planeta para socorrer a los pecadores.” Todos ustedes hubiesen dicho: “eso es verdad, y es una conclusión natural que se desprende de la narración.” Esa oración hubiese servido como la moraleja de toda la historia. De una conversión de ese tipo se deduce de forma simple y fácil, que Cristo Jesús debe existir venido al planeta para socorrer a los pecadores. Vean entonces por qué razón Pablo la expresó en este sitio de manera especial. Pablo no podía eludir referirse a su caso
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