Fraudes en el deporte

Ahora se hizo común actualmente percibir y ver novedades tristes que desvelan de manera irrevocable y contundente la presencia del estafa en el deporte en prácticamente todas las instancias que ya están. Ello configura la gestación y el surgimiento de una neocultura, la civilización del estafa y la hipocresía en un planeta globalizado y cosmopolita. El cerco se achica aún mucho más en el momento en que pensamos en las asociaciones, en los clubes y miniclubes, en las universidades, en las academias, en las comunidades, en nuestros distritos, y más allá de que hay algo llamado los pies en el suelo, aparentemente este todavía es el menos común de todos y cada uno de los sentidos. Varios –que no todos– no cuestionan por cuanto eligen no darse por enterados, otros por el hecho de que sienten miedo y también impotencia, otros por el hecho de que según aseguran no les queda mucho más antídoto –son víctimas in situ–, otros callan de manera cómplice por cuanto tienen intereses con seriedad en compromiso en el complejo planeta de la maquinaria prácticamente-todopoderosa del mercado, la política y el negocio en la que se convirtió al deporte. Pero pasa que al enmudecer, al ofrecer la espalda y voltear la cara, al resignarnos nutrimos la injusticia, la maldad y la desaparición. Llegó la hora de preguntarse: ¿con cuánta contundencia nos encontramos asumiendo la pelea contra el estafa?, ¿nos encontramos educando desde una visión ética y estética?, ¿qué ocurre en las canchas de nuestras academias y en las calles oscuras de nuestros distritos?