Eva no tiene paraíso: Ensayo sobre las escrituras extraterritoriales y la autoficción

La autora contempla el fortín de Saint Jean de Luz desde la habitación del hotel donde se ha encerrado a redactar Eva no posee paraíso. Lo realiza desde otra frontera: la de Francia con España. Piensa en las escritoras que tomaron las armas (de la palabra) antes que ella: Flora Tristán, Simon de Beauvoir, Nathalie Sarraute. Y, a la cabeza de todas y cada una ellas, Virginia Woolf. Por el hecho de que, en el momento en que la verdad se regresa inaceptable, quizá la única forma de ordenar el caos de adentro, nuestra única tabla de salvación, sea la escritura. Desde la consciencia de que todo ademán individual es asimismo, indudablemente, colectivo, la autora inicia la búsqueda de una poética personal. Pero esa aventura, lícita y interesante, en pues de una identidad como mujer que redacta va a estar marcada por su origen, su género y su color de piel. Natural de Perú pero asentada en el sur de Francia desde hace unos años, Patricia de Souza admite que la lengua francesa transformó su relación con el español. Y eso se aprecia en el artículo.

El campo de guerra es el lenguaje mismo. Alén de que sea él o ella quien afirme yo, el propósito común pasa por apropiarse de la palabra (y de los aprecios y también ideas que tiene dentro) para arrancar la revolución del pensamiento y, al final, hacerse con el poder: desbordar los márgenes y también anegar el planeta fuera del artículo. Contra la regla lingüística patriarcal, desmasculinizar el código. Contra la identificación gramatical del humano con el género masculino, desobedecer los clisés machistas y alienantes. No identificarse con el pronombre masculino pero tampoco con el femenino. Hacer signos propios, neutros, extraños a los límites de género. En eso radica redactar desde la extraterritorialidad, desde el exilio, como una apátrida.

Llegados a este punto, quizá solo nos quede la autoficción: quitarse la máscara frente a un lector que no en todos los casos está dispuesto para acoger la desnudez, hacerse oír y, contra el anonimato al que nos condena la indiferencia y la crueldad de nuestra temporada, subir un canto en vez de un grito. Pero ¿dónde radica el valor (ético y estético) de la autoficción? ¿En el contenido? ¿En la manera? ¿En su condición de testimonio? Eva no posee paraíso se atreve a contestar estas cuestiones sin recurrir a la predominación del canon y la academia. Aun a peligro de obligarnos a proclamar el objetivo de lo literario.


«Es un hecho. La crítica resalta el doble interés de la obra de Souza, que, como toda obra bella, conjuga subjetividad y también historia, historia personal y también historia sencillamente».
MARC AUGÉ