Estoico y frugal (Narrativas hispánicas nº 632)

Las andaduras vitales y sexuales de un escritor cubano por La capital española y por media Europa.

«Hacía varios años que mi vida se había transformado en un juego de ruleta rusa. Alcohol, mujeres de las que solo deseaba sexo, fumar como un desquiciado, caos total en mi cabeza y en mi corazón (...). En este momento, con 40 y ocho años, las cosas comenzaban a cambiar de forma lenta. Cuando menos esa era mi impresión. Viviría unos meses en La capital de españa. Había bastante frío. Se aproximaba la Navidad de 1998 y mi compañía preferida era el silencio, una botella de Jack Daniel´s (una cada día), un casete de Bruce Springsteen (The Ghost of Tom Joad) y unos tabacos que me había traído de Cuba. Y Carolina. (…) Diez años mucho más joven que yo, un trasero muy bello y estable, madrileña dura, de vecindario, medio desquiciada.»

De esta forma comienza Estoico y frugal: de hecho, el cubano Pedro Juan llega a La capital de españa en la mitad de un gélido invierno, con un libro ahora anunciado y una principiante carrera literaria en marcha, y allí va a vivir aventuras vitales y sexuales sin freno. A Carolina, que un óptimo día se va a Londres, la reemplazarán una madre y un hijo que lo acogen en su casa llena de juguetes viejos, un círculo de mujeres maduras nada asexuadas, una fotógrafa belga apasionada al sadomaso que tiene un apasionado gay y voyeur, una muchacha que hace una proposición sobre literatura cubana… Y después, viajes a Burgos, Benidorm, Alemania y también Italia, donde prosiguen los encuentros singulares: con un escritor que lo transporta a un club gay, con un serbio enloquecido, con un viejo amigo de la vieja RDA, con una fotógrafa que se ocupa de capturar fotos en la morgue romana… Y, entre lance y lance, Pedro Juan se expone su porvenir y se pregunta si desea ser un creador popular y de éxito o un creador invisible.

En la línea de su narrativa escencial, visceral y sexual, Pedro Juan Gutiérrez nos muestra una narración que supura verdad por cada poro y que charla de la memoria (los primeros deseos, las primeras pajas y los primeros trabajos en la lejana patria), de la imaginación (la carrera como escritor, sus peajes

y sus prebendas) y más que nada de las ansias de vivir, de querer y de tener sexo como un método de evitar la vacuidad y la desaparición. Descarnada, lúbrica y de ritmo frenético, la novela no da tregua al lector: el Bukowski caribeño nos comenta sus andaduras por la vieja Europa.