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Acompañé a Luisa durante las vías. Hasta el momento en que en frente de nosotros hemos visto un enorme bulto negro. Al iluminarlo, pudimos ver que tenía que ver con un viejo tren, se encontraba en muy estado deplorable, muy oxidado y roído por el tiempo. Y negro, tal y como si una enorme llamarada lo hubiera abrazado.—Este es—, ha dicho Luisa señalándolo —El tren de la estación 47.—Es solo un viejo tren descuidado—. Dije alumbrando múltiples unas partes de él.—Se piensa que deberíamos oír algo—. Ha dicho Luisa.—Se piensa- Dije en la mitad de un bufido.—¡Ven!—, exclamó tomándome de la muñeca y dirigiéndose al viejo tren. —Grabaremos desde adentro.Entramos por la puerta de la cabina del conductor la que se encontraba destrozada. Hemos visto los viejos cuadros de control echados a perder, cables salidos, goma fundida por el fuego.Iluminé las cabinas, los asientos estaban en afín estado, todos quemados y completamente destrozados. Andamos por los furgones grabando y retratando cada aspecto. Hemos visto que en uno de estos furgones, se encontraba en peor estado que los otros, el techo y el suelo tenían un enorme orificio, tal y como si algo hubiera explotado allí.—¡Increíble!—, exclamó Luisa. —Aquí hubo de ser el origen de la explosión.—Es lo que semeja—. Dije iluminándolo.—Bien, las últimas fotografías y nos marchamos—. Ha dicho Luisa.Me habría dado gusto que todo hubiese terminado ahí, en tomar esas fotografías y marcharnos de vuelta a nuestras cotidianidades. Pero no, era bastante soliciar.Oímos el estruendos de una maquinaria al prenderse. El tren comenzó a vibrar. Oímos el tono de comunicar en el momento en que las puertas se cierran. Unas luces blancas nos segaron. Cerramos los ojos y nos cubrimos la cara con las manos. Soltamos un grito.
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