¿Es posible un mundo sin violencia?

Mermar en soberbia, en opiniones, en falsas virtudes, y medrar en entendimiento global y respeto, ¿es esto viable?

Este no es el más destacable de los mundos probables. El planeta en el que nos encontramos tiene por ley el apetito y el contrato que firmamos por la vida supone la crueldad. Pero hay otra crueldad, que nos caracteriza como clase, que no se ejercita por necesidad, sino más bien por exitación, por avaricia o, sencillamente, por inercia o por indiferencia. ¿Qué es necesario para percatarnos de que lo que nos concierne es considerablemente más que lo que nos protege como individuos? Debemos recordar a Friedrich Nietzsche abrazado al cuello de un caballo exhausto y deteriorado.

Que aquel ademán se considerase como un síntoma de disparidad es clara indicación de una sociedad enferma. Si deseamos recuperar la salud como clase, va a ser importante que reemplacemos la ética de la reciprocidad por una ética de la compasión.