Emiliano Zapata: La vida y el legado del icónico líder de la Revolución Mexicana

Recientemente mucho más de cien años un campesino mexicano llamado Emiliano Zapata reclutó un ejército rural de las plantaciones y pueblos del sur de México, tomó por la fuerza las tierras de los haciendas y empezó a repartirlas entre los pobladores de Anenecuilco, su pueblo natal en Morelos. Indignado y encolerizado por el desposeo que los terratenientes habían venido realizando a lo largo de años contra los pueblos indígenas, había decidido tomar la impartición de la justicia en sus manos. Su bandera era la de Independencia y Justicia, precisos opuestos de los 2 flagelos que golpeaban a la clase campesina: trabajo en la semiesclavitud y injusticias sin fin.

Emiliano Zapata, que en bastantes años logró reunir un ejército habitual de 25 mil hombres, era una caso único en la crónica de México: la narración de su país había sido la de en general ventajistas dando cuartelazos intentando encontrar no realizar justicia, sino más bien adueñarse del poder. A Zapata no le interesaba el poder ni la política, salvo en su forma mucho más práctica y también instantánea: repartir tierras, lograr que los campesinos tengan la posibilidad de cultivarlas en paz y proteger esa conquista elemental con la fuerza de las armas. No es extraño que en su tiempo se le haya visto como a una amenaza, a quien debía liquidarse para lograr recobrar la paz y el orden. Admirado hoy en día como símbolo de la resistencia campesina y luchador popular, en vida Zapata fue perseguido contumazmente, proclamado como un forajido alén de toda amnistía. En el momento en que lograron, los consecutivos gobiernos no vacilaron en utilizar toda la brutalidad viable contra los zapatistas y sus pueblos, introduciendo mujeres y pequeños. Para la multitud de la ciudad más importante no eran mucho más que unos semi-salvajes. No obstante, cubierto de ciertos intelectuales de izquierda, socialistas y viejos ácratas, Zapata dio forma a la corriente ideológicamente mucho más avanzada y progresista de la Revolución Mexicana. “Deseo fallecer siendo un ciervo de los principios, no de los hombres” y “La tierra es de quien la trabaja con sus manos” son oraciones que se le atribuyen, si bien él mismo no sabía redactar y debía dictar sus cartas. En este sentido, sus expresiones eran mucho más peligrosas que las conquistas militares que su Ejército Liberador del Sur alcanzó en el transcurso de un corto intérvalo de tiempo. Zapata era tan pernicioso para el gobierno que en el momento en que por último lo emboscó y asesinó, se cercioró de que los pobladores de la zona se pusiesen en fila para poder ver su cadáver.

Además de sus soldados indígenas vestidos de manta, Zapata no tuvo socios. Otros caudillos triunfaron alguna respetabilidad, pero a él la sociedad de su tiempo lo vio como un obstáculo para la pacificación del país en los mejor de las situaciones