El mundo feliz (Argumentos nº 524)

¿Es viable la alegría? El creador es un fatalista lúcido y extremista: «La vida es un sumidero de mierda, un acto absurdo o absurdo, pero nos comportamos frente ella con una rigurosa solemnidad, transformando en mito o en literatura todo cuanto la perjudica. Instituimos enormes conceptos que nos hacen opinar a nosotros en la excelencia humana: llamamos dignidad, igualdad, independencia y fraternidad a diferentes puntos del depósito de mierda o del acto grotesco que representamos.»

Este ensayo contundente y provocador –en el sentido de que alienta a meditar, a cuestionar sitios recurrentes– aborda la verdad de los humanos y los mitos que creamos para aguantarla. Profundiza en la construcción de un «alma laica» que, como la religiosa, busca la trascendencia y lo eterno, en un caso así por la vía de hacer una pieza maestra, engendrar un hijo o edificar utopias. Encara las concepciones antagónicas de Hobbes –«El hombre es un lobo para el hombre»– y Rousseau –«La naturaleza hizo al hombre feliz y bueno, pero la sociedad lo deprava y lo realiza miserable»– y expone con crudeza que «no nos salvan el intelecto ni la educación. No nos salvan tampoco la amabilidad, ni la sinceridad, ni la lucidez ética. Quizás lo único que logre socorrer es la patraña, el engaño. Matrix. El planeta feliz de Huxley». Y más adelante transhumano o poshumano que no queda lejísimos, con adelantos irrefrenables en campos como la robótica, la genética y la farmacología, en oposición al Sísifo consciente y de todos modos infeliz de Camus el creador opta por el planeta de Matrix, pues, insiste, «yo, como Cioran, desearía no haber nacido. Pero, puesto que lo hice, desearía vivir alegremente en Matrix o en el planeta de Huxley. No son distopías, o tienen la posibilidad de no serlo». Y sucede que «la ilusión, el fingimiento, la irrealidad y la patraña son sanadores si traen la alegría».