El marqués y la esvástica (Crónicas nº 102)

Ruano había llegado a París un par de años antes, alcoholizado, y por vez primera en su historia dejó de redactar y trabajar. ¿De dónde sacaba el dinero para tanto viaje y tanto champán? Cruzó como un pícaro del Siglo de Oro la Europa mucho más obscura del siglo XX, y lo mucho más inquietante no es lo que logró, sino más bien la proporción de gente que logró lo mismo que él. Españoles turbios en el París ocupado, de derechas y también izquierdas, ciudadanos de un régimen amigo de Berlín en la antesala de Auschwitz.
Muchos son los cronistas, versistas y editores que apuntaron la enorme sospecha: en París, Ruano se habría lucrado engañando y robando a judíos agobiados. Se rumoreaba en El Chiringuito de Sitges, donde se ocultó huyendo de la Resistencia francesa. Se lo comentaban unos a otros entre las tazas del Café Gijón. Hubo quien lo relacionó con otra sospecha todavía mucho más negra: la matanza y expolio de judíos que escapaban por Andorra. Pero no había solo una prueba. Y Ruano, con sus medios silencios, disfrutaba en misterio de su intrigante historia de historia legendaria. «París en medio de una ocupación era mucho más entretenido que dramático», recordaba. ¿Qué logró él en ese París tan «entretenido»?