El diablo nunca llora

El demonio adopta muchas formas para engatusar y desplazar a sus lacayos, esbirros o mensajeros. En el momento en que se dan cuenta ahora están atrapados todos ellos, ya que la necesidad de su fuego se transforma en su forma de vida siendo destructivo con el pasar de los años.

Solo los Tracios entienden de qué forma marcha el mal en la calle, por el hecho de que todos los días observan la obscuridad de esas vidas que fueron tentadas con la manzana envenenada.

Pocos consiguen subsistir a su influjo, a la persuasión del mal que se muestra con apariencia de diversión, popularidad o recompensa. El poder del demonio vence aprovechándose de la puerta de inseguridad y debilidad de la ignorancia de los jóvenes, acortando el sendero de luz que los Tracios tratan de educar.