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Un incidente favorece un cambio de papeles en el matrimonio Knapp. Esta exquisita novela redactada en 1924 aborda fabulosamente temas tan recientes como la conciliación, la igualdad, los permisos familiares, la educación de los hijos...
Lo mucho más asombroso de esta novela -nueva en español y considerada la mejor de Dorothy Canfield Fisher- es el año de su publicación: 1924. Si no fuese por ciertos datos que nos ubican en el contexto histórico de hace prácticamente un siglo, podría estar redactada en nuestro tiempo, dada la tremenda actualidad de las cuestiones que aborda: la conciliación de la vida laboral y familiar, los permisos masculino y femenino, la educación de los hijos...
De forma magistral, Dulce hogar nos expone los inconvenientes de una familia donde los dos cónyuges están frustrados por las funcionalidades que les ha tocado desarrollar. Evangeline es una obsesiva ama de su casa cuyo perfeccionismo hace infelices a sus hijos. Sin percatarse, vive desilusionada y hastiada, más allá de que se considera una aceptable madre y mujer. Lester, su marido, poeta y soñador, tampoco es feliz, ni en el hogar ni en el trabajo. Un incidente cambia la vida de toda la familia al favorecer un extremista cambio de papeles: él se ve obligado a quedarse en el hogar en una silla de ruedas y ella debe ponerse a trabajar fuera del hogar para ganar el sustento de la familia.
"Esta novela de 1924 tiene que ver con un tema supuestamente muy de hoy: de qué manera un matrimonio puede sentirse oprimido
y fallido por los permisos que se estima que debe de cumplir y qué sucede en el momento en que esos permisos se cambian".
Philadelphia Inquirer.
Dorothy Canfield Fisher (1879-1958) escribió once novelas, mucho más de cien cuentos, múltiples libros para pequeños y un elevado número de productos. Medró en una familia de instructores universitarios y artistas y su madre la llevó consigo en sus viajes por París y La capital española. En la Facultad de Nebraska conoció a Willa Cather, compañera de clase de su hermano, quien se transformó en una amiga para toda la existencia. Se doctoró en Francés y en lugar de ocuparse a la enseñanza, comenzó a redactar cuentos. En 1912, con las ventajas que le reportó su primera novela, viajó a Roma, donde conoció el procedimiento Montessori de educación, cuyos principios están en la base de ciertas visualizaciones que se hacen en sus novelas, entre ellas, Dulce hogar. Dorothy Canfield Fisher es, sin dudas, una de esas escritoras inmerecidamente olvidadas que merece ser salvada de su largo exilio editorial.
Lo mucho más asombroso de esta novela -nueva en español y considerada la mejor de Dorothy Canfield Fisher- es el año de su publicación: 1924. Si no fuese por ciertos datos que nos ubican en el contexto histórico de hace prácticamente un siglo, podría estar redactada en nuestro tiempo, dada la tremenda actualidad de las cuestiones que aborda: la conciliación de la vida laboral y familiar, los permisos masculino y femenino, la educación de los hijos...
De forma magistral, Dulce hogar nos expone los inconvenientes de una familia donde los dos cónyuges están frustrados por las funcionalidades que les ha tocado desarrollar. Evangeline es una obsesiva ama de su casa cuyo perfeccionismo hace infelices a sus hijos. Sin percatarse, vive desilusionada y hastiada, más allá de que se considera una aceptable madre y mujer. Lester, su marido, poeta y soñador, tampoco es feliz, ni en el hogar ni en el trabajo. Un incidente cambia la vida de toda la familia al favorecer un extremista cambio de papeles: él se ve obligado a quedarse en el hogar en una silla de ruedas y ella debe ponerse a trabajar fuera del hogar para ganar el sustento de la familia.
"Esta novela de 1924 tiene que ver con un tema supuestamente muy de hoy: de qué manera un matrimonio puede sentirse oprimido
y fallido por los permisos que se estima que debe de cumplir y qué sucede en el momento en que esos permisos se cambian".
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Dorothy Canfield Fisher (1879-1958) escribió once novelas, mucho más de cien cuentos, múltiples libros para pequeños y un elevado número de productos. Medró en una familia de instructores universitarios y artistas y su madre la llevó consigo en sus viajes por París y La capital española. En la Facultad de Nebraska conoció a Willa Cather, compañera de clase de su hermano, quien se transformó en una amiga para toda la existencia. Se doctoró en Francés y en lugar de ocuparse a la enseñanza, comenzó a redactar cuentos. En 1912, con las ventajas que le reportó su primera novela, viajó a Roma, donde conoció el procedimiento Montessori de educación, cuyos principios están en la base de ciertas visualizaciones que se hacen en sus novelas, entre ellas, Dulce hogar. Dorothy Canfield Fisher es, sin dudas, una de esas escritoras inmerecidamente olvidadas que merece ser salvada de su largo exilio editorial.
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